Resulta que la explicación no reside en la calidad de los ingredientes, ni siquiera en la habilidad del chef de la aerolínea. Según Scott Henderson, editor jefe de The Points Guy, un reconocido sitio web de viajes, la ciencia juega un papel fundamental en este peculiar fenómeno.
La clave se encuentra en la menor humedad y la presurización de la cabina. Estas condiciones provocan deshidratación, lo que, según Henderson, "significa que las cosas tienen un sabor más insípido". Esto afecta particularmente a la percepción de lo salado y lo dulce, mientras que los sabores ácidos, amargos y picantes se ven menos alterados. ¿La consecuencia? Las empresas de catering aéreo utilizan más especias para compensar esta disminución en la percepción del sabor.
Pero la cosa no termina ahí. Henderson señala que el ruido y las vibraciones del avión también influyen en nuestra experiencia gustativa, afectando nuestro sentido del olfato, un elemento clave en la percepción del sabor. "También encuentro afectado mi sentido del olfato, lo que realmente puede cambiar el sabor de la comida", admite Henderson.
Ante esta realidad, Henderson comparte sus preferencias aéreas: Para él, una Coca-Cola Zero o una combinación de jugo de arándano y soda son opciones seguras. En cuanto a la comida, recomienda la pasta como una opción confiable, aunque admite que las hamburguesas y costillas de American Airlines son sus favoritas cuando están disponibles. Sin embargo, deja una advertencia: "No es una gran idea" exagerar con el alcohol, ya que empeora la deshidratación y la posible resaca.
En resumen, la próxima vez que vueles y tu comida tenga un sabor diferente, recuerda que no es solo tu imaginación; es la ciencia trabajando detrás de escena, modificando sutilmente nuestra experiencia sensorial a grandes alturas. Y si te encuentras en un vuelo de American Airlines, tal vez la pasta sea tu mejor apuesta.