El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha activado una serie de temores. Su designación de Tom Homan como zar fronterizo no ha pasado desapercibida. Homan, con sus declaraciones públicas, ha prometido una ofensiva contra la inmigración ilegal, sembrando un clima de miedo palpable. "Deberán sentir miedo", ha declarado abiertamente, dejando claro el objetivo de la estrategia antimigrante.
Una línea telefónica directa para reportar inmigrantes, la amenaza de redadas masivas, la posibilidad de anular el programa DACA… estas acciones se han convertido en una amenaza latente para millones. Los niños no son ajenos a esta realidad; maestras en escuelas públicas de Nueva York confirman tener que explicar a sus pequeños alumnos de ocho años la posibilidad de que su maestra desaparezca por una deportación, un ejemplo desgarrador de la ansiedad generalizada.
El impacto se extiende a diversos sectores. Trabajadores agrícolas, empleados de servicios de entrega, cocineros, meseros y personal de supermercados –considerados "esenciales" durante la pandemia– ahora enfrentan un futuro incierto. El miedo a la deportación planea sobre sus vidas, transformando el agradecimiento por su labor en un peligro potencial. Una limpiadora ecuatoriana relata, con un tono que mezcla resignación e ironía, la posibilidad de que su trabajo sea el último, preocupada por el futuro de su hijo, nacido en Estados Unidos.
La angustia no se limita a los trabajadores indocumentados. José Pertierra, abogado de inmigración en Washington, confirma la efectividad de la estrategia de Trump: "Están aterrorizados. Y es lo que va a intentar hacer desde su primer día: sembrar terror." Aunque Pertierra mantiene la esperanza a largo plazo, reconociendo el derecho a la defensa legal y la posible resistencia de la sociedad estadounidense ante medidas inhumanas, la realidad inmediata es de incertidumbre y pánico.
Comunidades enteras se están organizando. Gaspar Rivera-Salgado, director del Centro de Estudios Mexicanos de la UCLA, describe cómo comunidades migrantes, especialmente las indígenas, están implementando estrategias de resistencia. La creación de redes de apoyo, la distribución de tarjetas informativas sobre los derechos de los indocumentados, y la preparación ante posibles deportaciones, son ejemplos de la respuesta comunitaria ante el temor. La preocupación es palpable, pero al mismo tiempo surge una determinación para enfrentar la situación y reflexionar sobre las consecuencias políticas de la situación actual.
El impacto en la comunidad mexicana en Estados Unidos es profundo y abarca desde los aspectos económicos hasta los más personales y familiares. Las familias se enfrentan al dilema de cómo explicar la situación a sus hijos, y el ambiente de incertidumbre es un componente constante en sus vidas.