El presidente Donald Trump y la primera dama, Melania Trump, estuvieron presentes junto a otras figuras destacadas como el vicepresidente JD Vance y el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson. También asistió el nominado de Trump para secretario de Defensa, Pete Hegseth. El servicio, con una tradición que se remonta a 1933, este año tuvo un giro inesperado.
La reverenda Mariann Budde, obispa episcopal de Washington, pronunció un sermón que, a diferencia de los discursos protocolarios acostumbrados, contenía un llamado directo al presidente Trump. “Has sentido la mano providencial de un Dios amoroso. En nombre de nuestro Dios, te pido que tengas misericordia de las personas en nuestro país que ahora están asustadas,” dijo la obispa, haciendo referencia a las políticas migratorias y a la comunidad LGBTQ+. Esta intervención, poco habitual en este tipo de eventos, desató una ola de reacciones.
La respuesta de Trump no se hizo esperar. En un mensaje en sus redes sociales, el presidente calificó a la obispa Budde de “odiadora de Trump de línea dura de la izquierda radical”, criticando el tono y la pertinencia de sus palabras. Añadió que el servicio fue “muy aburrido y poco inspirador”, exigiendo una disculpa pública por parte de la obispa y su iglesia. Señaló, además, que Budde no mencionó que algunos migrantes han cometido crímenes en Estados Unidos.
El servicio, con un enfoque en la unidad nacional según el decano de la catedral, el reverendo Randy Hollerith, incluyó la participación de líderes de diversas religiones: judía, musulmana, budista e hindú. Sin embargo, cabe destacar la ausencia de líderes evangélicos conservadores, tradicionalmente fuertes aliados de Trump, aunque algunos de ellos asistieron como parte de la congregación. Entre los asistentes se encontraban figuras como Robert Jeffress, Paula White-Cain y Lorenzo Sewell.
El evento estuvo marcado por una selección musical con piezas predilectas del presidente, incluyendo la interpretación de “Ave María” por el tenor Christopher Macchio. Un detalle que resalta el contraste entre la solemnidad del evento y las reacciones generadas por el sermón de la obispa Budde.
La controversia generada por el sermón tuvo eco en las redes sociales, con diversas opiniones que reflejan la polarización política del país. Algunos apoyaron la valentía de la obispa al confrontar al presidente, mientras que otros criticaron su intervención como inapropiada e inoportuna en un evento de tal magnitud.