En el corazón de la Gran Manzana, la vida de miles de inmigrantes – mexicanos, ecuatorianos, senegaleses, entre muchos otros – se ha visto alterada. No por un evento singular, sino por una constante amenaza que se cierne sobre sus cabezas: la posibilidad de una redada del ICE. Nombres como Andrés, que vende flores luchando contra la expiración de su residencia, o la vendedora de tamales en Harlem, reflejan esta realidad.
Andrés, cuyo nombre es ficticio para proteger su identidad, confiesa su preocupación: “Pago 1500 dólares por este local y 1500 de alquiler de mi hogar”, dice con la voz cargada de ansiedad. Su situación no es excepcional. Se estima que en Nueva York hay 23,000 vendedores ambulantes, una gran mayoría indocumentados según una encuesta de TheCity.nyc, y muchos han reducido su actividad por miedo.
Pero la incertidumbre no solo se apodera de los vendedores callejeros. Los jornaleros, columna vertebral de la economía informal, también han sentido el impacto. En centros de ayuda como los operados por Caridades Católicas, en El Bronx y Yonkers, se ha observado una disminución significativa en la afluencia de trabajadores en busca de empleo temporal. Lucía Goyen, responsable de estos centros, señala que: “Después del 20 de enero cuando Trump juró hay más miedo y menos gente”. El temor a las redadas incluso está impidiendo que muchos presenten denuncias por discriminación o robo de salarios.
La situación no es menos compleja para los repartidores de comida, los "deliveristas", quienes durante la pandemia fueron vitales. Gustavo Ajche, fundador de Deliveristas Unidos, describe la nueva dinámica: “Ya no se juntan para conversar como antes, cada cual va por su lado, hay temor”. La desconfianza se extiende incluso hacia las autoridades, con un miedo palpable a interacciones con la policía, incluso por infracciones menores.
Organizaciones como New Immigrant Community Empowerment (NICE) detectan, no una disminución en el trabajo, sino una palpable incertidumbre. La amenaza latente del ICE se ha filtrado en el tejido social, modificando comportamientos, generando silencios y alterando el ritmo de vida de una comunidad entera.