Voluntarios buscan desaparecidos en Texas tras devastación del río Guadalupe

"Piensas que encuentras algo que podría ayudar a alguien, un cuerpo, o simplemente un permiso de conducir", confiesa Evan Cervantes, auxiliar de enfermería que dedica sus horas libres a rastrear el valle. Como él, decenas llegan al amanecer al Centro de Operaciones de Emergencia del condado de Kerr, donde se asignan cuadrículas de búsqueda con precisión militar.
Los números hablan por sí solos:
En Comfort, la escena parece sacada de otro siglo. El United Cajun Navy —grupo formado tras el huracán Katrina— opera bombas para drenar una cantera inundada. Entre el lodo emergió lo inesperado: un camión fantasma que ni siquiera aparecía en los mapas. Alex Harkrider, voluntario de Carthage, palidece al recordarlo: "Nunca había visto una destrucción así".
El calor agobia. A 33°C, algunos rescatistas requieren sueros intravenosos para continuar. "Esto me recuerda a una zona de guerra", admite Heather Orum, enfermera que atiende casos de agotamiento. Pero la solidaridad florece entre el caos: vecinas como Deb Gonzalez reparten toallas húmedas y cubetas con hielo a los equipos exhaustos.
Mientras el presidente Trump recorría la zona en helicóptero, Jordy Marks —piloto de drones— aprovechó la breve ventana sin restricciones aéreas para inspeccionar 30 km de río. Sus imágenes revelan la magnitud del desafío: árboles arrancados de cuajo, montañas de escombros que ocultan secretos, y un paisaje que ya no se parece al que conocían los habitantes de estos valles.
Los expertos advierten que esta operación marcará un precedente. Scott Hammond, especialista en rescates, lo dice claro: "En áreas urbanas hay patrones predecibles. Aquí cada metro es una incógnita". Con noches de insomnio y días de sudor, los voluntarios persisten en su tarea. No buscan héroes: solo respuestas que permitan a una comunidad entera volver a dormir en paz.