Las frías paredes de estos recintos albergan, cada vez más, a adultos mayores estadounidenses. El incremento de residentes de Estados Unidos en asilos mexicanos, particularmente en Ciudad Juárez, se ha vuelto un fenómeno notable. Se trata principalmente de personas provenientes de El Paso, Texas, buscando refugio y cuidado en un contexto económico complejo.
“Es difícil estar porque mi hijo nada más viene cada 15 días con mi nieto. A mi sobrina y a mi nieta no las veo,” confesó Guadalupe Gómez, una residente del asilo Senecú, reflejando la situación de muchos. Su testimonio, compartido por otros ancianos, revela una dura realidad de abandono familiar exacerbada por la distancia y la época festiva.
¿Por qué esta creciente migración de ancianos estadounidenses a asilos mexicanos? La respuesta radica en la diferencia significativa en los costos de atención entre ambos países. El alto precio de los servicios en Estados Unidos está empujando a familias, a veces con dificultades económicas, a buscar alternativas más asequibles al sur de la frontera.
Esta situación ha llamado la atención de diversas organizaciones. Se ha observado que las causas del abandono van más allá de lo económico; la falta de apoyo familiar y la falta de infraestructura para el cuidado de adultos mayores en algunas áreas urbanas también juegan un papel importante. Existen casos de abandono total y otros donde la visita familiar es esporádica, muchas veces solo en fechas especiales.
Julia Ávila Rodríguez, misionera de María Dolorosa, ha destacado la necesidad de “fomentar una cultura de respeto y cuidado hacia las personas de la tercera edad”. Su trabajo, junto con el de otros voluntarios y el personal de los asilos, se enfoca en brindar apoyo y compañía a estos adultos mayores, muchos de los cuales expresan que lo único que desean es la visita de sus seres queridos.
“Mi regalo más hermoso sería que mi hermana viniera a verme o alguno de mis familiares, pues tengo varios,” compartió Fabiola Álvarez, resumiendo el anhelo común de quienes viven esta situación. La esperanza de un reencuentro, aunque tenue, se mantiene viva en medio del silencio y la soledad de las fiestas.
El jefe de enfermeros del asilo, Óscar Aguayo, observa que la resiliencia es clave en la adaptación de los ancianos a su nueva realidad, estimándo un promedio de un mes para que acepten el cambio de entorno. Las visitas de familiares, aunque poco frecuentes, provocan reacciones emocionales inmediatas, representando un rayo de esperanza en medio de la dificultad.