Las historias de María Santos y Carlos Martínez, dos migrantes mexicanos en Tucson, reflejan la ansiedad que se respira a pocos días del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Sus temores no son infundados; el expresidente ha prometido una política migratoria dura, con deportaciones masivas como bandera principal.
María, quien lleva 22 años en Estados Unidos, vive con la angustia de una posible separación familiar. Su esposo fue deportado a Honduras, tras un largo proceso de detención. Ahora, aún más preocupada por sus dos hijos —uno de ellos con autismo— se enfrenta a un desalojo y a un incremento sustancial en el costo de la renta, pasando de $800 a $1300 dólares mensuales. “En México, él nunca habría recibido el tratamiento y la terapia que ha necesitado”, lamenta María sobre su hijo.
Su situación económica se ha deteriorado. Las ventas en el mercado local donde trabaja han disminuido, un reflejo de la incertidumbre generalizada en la comunidad migrante. “Trump es un hombre que ama mucho a su país… pero desafortunadamente, no nos quiere a nosotros”, confiesa con resignación.
Similar es el panorama para Carlos Martínez, quien lleva una década en el país. Él y su esposa trabajan arduamente, él en la construcción y ella vendiendo empanadas y tamales, para sostener a sus tres hijos. A pesar de tener un “récord limpio”, el miedo a la detención y a la separación familiar los mantiene en vilo. “Esta vez no tendremos una celebración de Navidad, mis hijos saben que no habrá regalos”, cuenta con tristeza.
Ambos comparten la misma preocupación: el aumento de los costos de vida y la disminución del trabajo disponible. Añaden que no comprenden el “odio” que, según ellos, Trump y sus seguidores sienten hacia los migrantes que solo buscan una vida digna para sus familias. “Sabemos que hay migrantes criminales, pero no pueden juzgar a todos por los actos de unos cuantos”, recalca Carlos.
Petra Falcón, directora de Promesa Arizona, una organización que apoya a migrantes, confirma la situación. “Existe mucho miedo, temor; algunos incluso están pensando en regresar a sus países de origen”, afirma Falcón. Recomienda a las familias tener sus documentos en orden y designar un representante legal para proteger sus intereses en caso de detención.
La Navidad de muchas familias migrantes en Estados Unidos se ve opacada por la incertidumbre y el temor ante un futuro incierto, marcada por la necesidad de ahorro para gastos legales y la precariedad económica. El ambiente festivo se ve ensombrecido por la necesidad de asegurar el bienestar familiar ante el panorama político que se avecina.