A poco más de un kilómetro y medio del imponente Superdome, en la vibrante Bourbon Street, un suceso impactó a la ciudad: un atropellamiento masivo que dejó un saldo de 14 personas fallecidas y más de 30 heridas. Las autoridades confirmaron que se trató de un ataque deliberado perpetrado por el conductor de una camioneta.
La noticia conmocionó al mundo. Entre la confusión y el dolor, un evento deportivo de gran envergadura se asomaba en el horizonte: el Sugar Bowl, el crucial partido de cuartos de final del playoff de fútbol americano universitario entre Georgia y Notre Dame. Inicialmente programado para la noche del miércoles, la decisión de posponerlo hasta el jueves fue inmediata.
“Posponer el partido fue absolutamente la decisión correcta,” declaró Lisa Borrelli, una aficionada de Filadelfia que, junto a su prometido, optó por no asistir tras el cambio de horario y las dificultades logísticas. Su testimonio, recogido entre miles en redes sociales, reflejó la incertidumbre y la complejidad de la situación.
El despliegue de seguridad en el Superdome fue impresionante. Agentes y perros entrenados en la detección de explosivos rodearon el estadio, creando una atmósfera tensa, palpable incluso para los aficionados que sí asistieron. Darrell Huckaby, fan de Georgia, describió desde su hotel la escena del atropellamiento con desgarrador detalle: “Fue desgarrador… el partido simplemente no parecía importar.”
El representante federal Troy Carter y el gobernador Jeff Landry apoyaron la decisión de aplazamiento, priorizando la seguridad pública. Mientras tanto, las banderas ondeaban a media asta en señal de duelo en el Superdome y edificios gubernamentales. El evento deportivo, a pesar de la tragedia, se preparaba para celebrarse, un acto de resistencia frente al dolor y la incertidumbre.
La ciudad enfrentaba un reto monumental: la celebración de un evento deportivo de gran magnitud, el Sugar Bowl, y la posterior celebración del Super Bowl en el mismo estadio a principios de febrero, en medio del luto y la consternación por la tragedia en Bourbon Street. El balance entre el homenaje a las víctimas y la necesidad de seguir adelante era delicado y complejo.