MÉXICO, DF
El director mexicano Guillermo del Toro habló en Roma de su trabajo como productor ejecutivo en Rise of the Guardians.
Guillermo del Toro ha sido la estrella más aclamada, pero también la más generosa. Firmó autógrafos, se tomó cientos de fotos y escuchó con paciencia los comentarios de los fans italianos que lo esperaron tras la conferencia de prensa, el photo call y la alfombra roja del Festival de Cine de Roma a la que el director asistió para presentar la animación Rise of the guardians de la que es productor ejecutivo.
Guillermo sigue conservando un toque de inocencia y gusto por los proyectos optimistas. Quizá eso es lo que lo enganchó tanto de DreamWorks, compañía que, como su nombre indica, se especializa en hacer los sueños realidad.
Rise of the guardians le dio el pretexto perfecto para meter su cuchara en un proyecto en el que la magia está presente de principio a fin.
“Estuve involucrado en cada aspecto de la película, fui un consultor duro y agradable, comprensivo y motivador según lo que se necesitaba para que el proyecto evolucionara. Estuve ahí para que Peter (Ramsey, director) llorara en mi hombro o para empujar su trasero, lo que hiciera falta”, dijo Del Toro en la rueda de prensa en la Sala Petrassi. “Estuve ‘promiscuamente’ involucrado en el proyecto. En el diseño de los personajes, arte, los temas, lo que sucede en la película... Todo el camino hasta el final. Fue una experiencia gloriosa”, remató sonriendo.
Para Del Toro, Rise of the guardians es una película especial; su objetivo, además de crear una cinta con gran potencia visual, es lograr despertar de nuevo la fe y la esperanza en niños y mayores. “Creo que lo que decidimos fue hacer una película fácil de leer pero cuya escritura fue complicada. Creo que es una cinta que, más allá de que funciona muy bien como entretenimiento, tiene mucho trasfondo a nivel visual y en el desarrollo temático de los personajes. La idea es permitir a los niños que imaginen y permitir a los adultos que se imaginen a sí mismos como niños otra vez. Porque a final de cuentas todos acabábamos poniéndonos una etiqueta en nuestras vidas. Cuando eres niño puedes ser astronauta, luego cowboy, explorador submarino y un caballero después... Pero como adultos, te vas sometiendo a las reglas del mundo y cuando pasas los 25 o 30 años te das cuenta de que te la has pasado creando un personaje tremendamente aburrido.