GUADALAJARA
López Tarso apuntó que no tiene preferencia por algún papel en especial, ‘mencionar uno es imposible.
El primer actor mexicano Ignacio López Tarso, quien ayer fue condecorado con el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Guadalajara (UdeG), aseguró que ha dejado de trabajar en cine porque las propuestas que ha tenido “han sido lamentables, tengo 15 años sin recibir un guión que me entusiasme”.
El actor, cuya última participación en cine fue en la cinta “Santo Luzbel” (1996), compartió con la prensa que regresará al cine si le ofrecen un papel digno, porque en los últimos años sólo ha recibido libretos que han resultado un fracaso.
Lo que al actor le gustaría es volver a interpretar un personaje como los que hizo en la compañía Plaza en la que estaban productores como Roberto Gavaldón y Gabriel Figueroa, donde se produjeron los filmes “Macario”, “El hombre de papel” y “Pito Pérez”.
“Lo más grave es iniciar con un mal libreto, porque es el punto de partida para una buena obra de teatro, una película o una telenovela”, manifestó el actor, quien consideró que su vida y trayectoria no podrían ser buenos argumentos para un filme, “no lo aceptaría como responsabilidad mía”.
Al preguntarle sobre cuál ha sido su interpretación más entrañable, el actor de 88 años apuntó que no tiene preferencia por algún papel en especial, “mencionar uno es imposible, me identifico plenamente con todos porque si no hubiera sido así, no los hubiera hecho”.
Dijo que cuando le ofrecen interpretar un personaje pone todas sus capacidades para hacerlo lo mejor posible, “mi capacidad intelectual, física y emotiva está al servicio de todos mis personajes por igual, aunque los que recuerdo con más afecto son ‘Macario’, ‘El hombre de papel’, ‘Pito Pérez’, ‘Tarahumara’ y ‘Los Albañiles’”.
Recordó que cuando decidió dedicarse a la actuación nunca pensó en la televisión o en el cine, siempre quiso hacer teatro y para eso se preparó. “El teatro es lo que más disfruto indudablemente y ahí he encontrado los más entrañables personajes”.
Abundó que el gran misterio del teatro es que sin que nadie se lo pida, el actor sale al escenario y cuenta una historia y el público le cree todo lo que dice, “y cuando el público cree en el actor, entonces tiene su futuro asegurado, en mi caso, si me la creen se van a emocionar, me la van a creer y van a llorar conmigo”.