México, DF
De nuevo, tenemos un filme con la guerra vista y sentida desde la mirada infantil. Esta vez, se trata de la película Ladrona de libros (2013), dirigida por el británico Brian Percival, con guion de Michael Petroni, basado en exitosa novela homónima de Markus Zusak.
El filme narra la historia de una jovencita llamada Liesel, quien llega a una aldea alemana, adoptada por una familia. En el viaje fallece su hermano menor, lo que la marcará en su sensibilidad.
Liesel es recibida con cariño por su nuevo padre, pero no así por su nueva madre. Lo que vamos viendo es el proceso de transformación de la muchachita y de quienes la rodean, mientras crecen las fuerzas políticas de Hitler, comienza la guerra, esta se desarrolla y se acaba, pero su brutalidad incide de manera trágica en lo cotidiano de las personas.
Ladrona de libros muestra cómo la guerra agita el carácter humano, porque un conflicto bélico transforma las vidas de todas las personas. Para Liesel, estas circunstancias la hacen descubrir el intenso poder de las palabras y de la literatura como arte de la imaginación.
Desde ahí, la palabra escrita se convierte en fórmula para mitigar los tumultuosos eventos que rodean a Liesel, tanto a ella como a toda la gente que conoce y quiere. Por eso necesita de los libros, los que están en la biblioteca del alcalde del pueblo, y decide robarlos (“los tomo prestados”, dice ella).
Sin que se enteren la novela o la película, se presenta lo dicho por Julio Cortázar: “Sin la palabra no habría historia y tampoco habría amor; seríamos, como el resto de los animales, mera sexualidad. El habla nos une como parejas, como sociedades, como pueblos. Hablamos porque somos, pero somos porque hablamos”; en efecto, lo vemos en el filme: con la palabra escrita Liesel es capaz de dar vida.
La película narra la historia con ferviente humanismo, aunque con exceso de cálculo para su propuesta visual, que luce impecable, pero –a veces– artificiosa: es como si quisiera encontrar paisajismo aún en la brutalidad de los acontecimientos, y esto no le calza siempre.
Ese innecesario tono académico le impide a Ladrona de libros ser la película excelente que debió haber sido por la nobleza de su relato, pero este logra sobreponerse y hacerse valer por sí solo, aunque por momentos sea reiterativo. Es cierto, el filme logra llegar al borde mismo de lo sensiblero, pero no da el paso Más bien, se contiene con criterio de oportunidad.
Está claro: la película no da golpes bajos, pese a que el argumento se lo permite. Por otra parte, tampoco es filme sin compromiso, porque bien sabe decir sus apuntes y señalarnos el carácter estúpido de la guerra.
Este filme está narrado con sentimiento y nobleza: cree del todo en lo que nos está diciendo y, para eso, tiene la mejor complicidad de los actores, sobre todo en la pareja que adopta a la jovencita Liesel, encarnada por Emily Watson (excelente) y Geoffrey Rush. En cuanto a Sophie Nélisse, como Liesel, se le siente más bien parca ante el abanico de emociones que pasa por ella.
Hacia el final, la película sabe que se ha aletargado y, entonces, se apresura para terminar con la entrada de los soldados de Estados Unidos a Alemania, cuando se sabe que fueron los rusos los primeros en llegar. No importa. Lo que vale es aquello que Ladrona de libros ha logrado con nosotros durante su trayecto. Filme recomendado.