Los Ángeles, Ca.
Ni Queens Of The Stone Age ni Muse lograron opacarlo. Fue el consentido de la gente, el que más gente reunió para su actuación y el que comprobó que hoy por hoy vive en los cuernos de la Luna. Pharrell Williams vive el sueño.
La jornada sabatina del Festival de Música y Artes del Valle de Coachella dejó al multipremiado productor, cantante y compositor como el absoluto triunfador. A su alrededor, en el Outdoor Stage, miles lo comprobaban. Todos querían ser parte de su concierto, cantar con él los temas que lo han inmortalizado y que, como consecuencia obvia, lo han colocado como uno de los artistas más populares de los últimos años.
El mar de gente que bailó con Pharrell se alargaba por más de 200 metros. Una interminable marea humana que se movía al compás de sus canciones, que le aplaudían cada una de sus intervenciones y que disfrutaba cuando aparecían invitados como Usher, T.I., Busta Rhymes y hasta Jay Z, quienes no podían decir que no al hombre del momento.
Williams, con su peculiar sombrero café, cantó lo que la gente quería escuchar. Blurred Lines, de Robin Thicke, Lapdance de N.E.R.D., su anterior proyecto, Beautiful de Snoop Dogg y Excuse Me. Llegaron también los éxitos Happy y Get Lucky. Todas obligaban al baile de la gente que había corrido abandonando el escenario Coachella Stage, en cuanto escucharon los primeros acordes de Pharrell.
El movimiento, de un escenario a otro, evidenció, además de la popularidad de Pharrell, el poder que ha ido perdiendo el rock entre los asistentes al festival de Coachella. Evidente, pues cuando la gente corrió para el concierto de Williams abandonó a Queens Of The Stone Age.
El grupo, comandado por Josh Homme, había cumplido con su parte con un concierto poderoso, capaz de sacudir a la gente.