El pasado 18 de agosto, el mundo del cine se vistió de luto con la partida de Alain Delon, un ícono del cine francés, a la edad de 88 años. Su muerte, que se produjo en su hogar en Francia, ha dejado un vacío en la industria cinematográfica, pero también ha desatado un debate sobre su último deseo: ser enterrado junto a Loubo, su perro pastor belga malinois.
Delon, reconocido por su profunda conexión con sus mascotas, había expresado en numerosas ocasiones su deseo de compartir su última morada con Loubo. Para él, la idea de ser enterrado junto a su perro representaba la continuidad del vínculo especial que ambos compartían. Sin embargo, la familia de Delon se ha negado a sacrificar a Loubo para cumplir con este último deseo, asegurando que el perro "tiene su hogar y su familia".
La Fundación Brigitte Bardot, una organización dedicada a la defensa de los animales, ha expresado su satisfacción con la decisión de la familia de Delon. A través de un comunicado en redes sociales, la fundación ha asegurado que Loubo "tiene su hogar y su familia", y que los seres queridos del actor se harán cargo del perro.
El caso de Loubo ha destacado el debate sobre el trato hacia los animales y las prácticas culturales relacionadas con las últimas voluntades de las personas. La decisión de la familia de Alain Delon, aunque controvertida, refleja una postura ética en defensa de la vida animal. Este contexto invita a reflexionar sobre la relación entre humanos y mascotas y cómo estas conexiones pueden influir en decisiones post mortem.