La partida de Rodríguez Jr. deja un vacío en el panorama del cine mexicano. No solo por su legado como director, sino también por la huella que dejó en la industria, una industria que conoció desde la cuna.
Su historia es un testimonio del cine familiar. A los tres años, ya se encontraba frente a las cámaras en “El boxeador”, junto al legendario Joaquín Cordero. El apellido Rodríguez Jr. era sinónimo de cine, y su padre, un referente en la dirección. A los 11 años, actuó en "Faltas a la moral", una película dirigida por su propio padre, una experiencia que forjó su pasión por el séptimo arte.
Los años 70 marcaron su transición a la producción. "Nosotros los feos", "Morirás con el sol" y "Somos del otro Laredo", fueron proyectos que lo consolidaron como un talento promisor, pero fue en 1985 cuando dio el salto a la dirección con “Masacre en el Río Tula”, una cinta que se atrevió a mostrar la complicidad entre las autoridades y el crimen organizado, una temática controversial que le valió la censura.
Su filmografía es una muestra de su compromiso con el cine social. "Olor a muerte", "Pandilleros" y "Sida, maldición desconocida", son ejemplos de su interés en temas que reflejan la realidad de su país.
Además de su trabajo como director, Rodríguez Jr. se dedicó a preservar el legado de su padre. Digitalizó algunas de sus películas, como "Los tres huastecos", incluyendo un detrás de cámaras de la época, un testigo del cine de antaño.
"El tiempo es muy injusto con el cine, ya que las hace viejas, por eso hay material que prevalece y hay mucho dentro de la televisión, por ejemplo el material de mi padre que quedará para toda la vida”, recoge el Diccionario de Directores del Cine Mexicano. Su legado, sin duda, seguirá vivo en la pantalla.