Jamie Oliver, el reconocido chef británico, se vio envuelto en una curiosa situación al intentar vender su mansión en el exclusivo barrio de Hampstead. La propiedad, de ocho habitaciones, estaba a la venta por 15 millones de libras y despertó el interés de un comprador poco convencional: Harry Styles, el ex integrante de One Direction.
La familia Oliver, en especial sus hijas, estaba emocionada con la posibilidad de que el cantante se convirtiera en el nuevo dueño de la casa. Sin embargo, durante una visita de Styles a la mansión, se encontró con un inesperado detalle en la habitación de Daisy Boo Pamela, la hija mayor del chef. Un recorte de cartón a tamaño real del propio Styles decoraba el espacio, provocando una reacción inesperada del cantante.
Oliver relató la anécdota con humor, describiendo la expresión de Styles al encontrarse con su propia imagen de cartón: "Él no sabía que mi hija tenía un recorte de tamaño natural de él en su habitación. Simplemente lo miró, se dio la vuelta y dijo '¡Argh!', y salió rápidamente de la casa".
La inesperada sorpresa fue suficiente para que Styles desistiera de la compra. Finalmente, la mansión fue adquirida por FIJPTC, una empresa fiduciaria creada para gestionar el patrimonio del difunto Paul Raymond.
La anécdota de Harry Styles y la habitación de Daisy Boo Pamela no solo refleja la inusual fascinación que algunos famosos generan en sus fans, sino que también nos recuerda que, a veces, las historias más divertidas se esconden en los rincones más inesperados de la vida.