Su nombre es Adriana Paz, una actriz que ha escalado peldaños con firmeza, desde las aulas del Colegio de Teatro de la UNAM hasta las alfombras rojas de Cannes. Tres premios Ariel, una nominación al Goya y, recientemente, el premio a Mejor Actriz en Cannes por la película Emilia Pérez, han coronado su trayectoria. Pero detrás del éxito, hay una historia personal llena de matices, que ella misma comparte con nosotros en exclusiva.
Adriana recuerda con nostalgia sus inicios: "Mis papás me compraron el disco de Katy la Oruga, y lo rayé de tanto ponerlo. Recuerdo cantar 'Un día volaré' subida en el sillón". Estas pequeñas anécdotas nos revelan la pasión temprana por el arte, un sueño alimentado a pesar de las dudas de algunos. "¿A qué te vas a dedicar?", le preguntaban. "¡Ajá, sí! ¿Pero qué vas a estudiar?", respondían. Incluso, llegó a escuchar: "Eso no es para la gente como nosotros".
La formación académica fue fundamental. Adriana destaca la influencia de sus maestros y la importancia del aprendizaje continuo. La experiencia de trabajar con Jacques Audiard en Emilia Pérez, le permitió explorar nuevas facetas, como el canto. Sobre la película comenta: "Es uno de los proyectos más grandes e importantes de mi carrera. Hay opiniones a favor y en contra, pero nadie se queda indiferente". El impacto de Emilia Pérez ha trascendido fronteras, provocando reacciones emotivas en Europa, Estados Unidos, Canadá y México.
El camino no ha sido fácil. Adriana confiesa las dificultades económicas y la presión que han generado momentos de estrés extremo. "Una vez, después de una nominación, el dolor de cabeza fue tan intenso que terminé en el hospital". El yoga y la terapia han sido herramientas vitales para gestionar su ansiedad y encontrar un equilibrio entre la vida profesional y personal.
Su familia ha sido un pilar fundamental. Sus hermanos, Óscar (artista CGI) y Fausto (fotógrafo), comparten su pasión por el arte. Su madre, un apoyo incondicional en los primeros años de su hijo, Cosme. Su esposo, David Trejos, ha sido un ancla en momentos de incertidumbre.
Adriana reflexiona sobre la importancia del apoyo y la comunicación: "Es fundamental contar con tu comunidad. En la pandemia, se canceló un proyecto... un día, entre lágrimas, le dije a mi esposo: '¡Me voy a dedicar a otra cosa!' y él me contuvo".
El éxito, para Adriana, no solo se mide en premios. Se trata de la satisfacción de hacer lo que ama, de la congruencia con sus valores y de compartir ese camino con sus seres queridos. Su próximo proyecto, Arillo de hombre muerto, la tiene entusiasmada. Una película donde participa en todas las escenas, dejando entrever su interés por la dirección cinematográfica.
Su historia es un testimonio de la fuerza y la resiliencia, un canto a la perseverancia ante la adversidad y una inspiración para todos aquellos que persiguen sus sueños, sin importar los obstáculos. La niña que jugaba básquetbol bajo los árboles de la Ciudad de México, se ha transformado en una mujer que ha conquistado Hollywood, recordándonos que con pasión, constancia y un gran equipo, todo es posible.