Una fecha cargada de risas, pero también de un trasfondo histórico que pocos conocen. Para muchos, es simplemente un día para gastar bromas ingeniosas, o caer en ellas, acompañado de la frase clásica: “Inocente palomita que te dejaste engañar, sabiendo que en este día nada se puede prestar”. Pero la realidad es un poco más compleja.
La celebración mexicana del Día de los Inocentes, oficialmente el Día de los Santos Inocentes, tiene sus raíces en un evento profundamente triste: la masacre de los niños en Belén, ordenada por Herodes I "El Grande". Esta tragedia, relatada en el Evangelio de Mateo, conmemoraba el intento de eliminar al recién nacido Jesús. Un evento histórico que, paradójicamente, ha dado paso a una tradición llena de travesuras.
Su evolución a lo largo de la historia es fascinante. En la Edad Media, la tradición se fusionó con la "Fiesta de los Locos", donde se elegía a un "Rey de los Inocentes" para bromear con el pueblo. Esta mezcla de solemnidad y jolgorio es lo que, con el tiempo, ha dado forma a la festividad que conocemos hoy.
Pero aquí viene la sorpresa: en Estados Unidos, el Día de los Inocentes se celebra el 1° de abril. La diferencia en fechas y orígenes entre ambas naciones nos muestra cómo una misma tradición puede tomar distintos rumbos, adaptándose a las culturas y contextos históricos específicos. En México, el arraigo de la conmemoración cristiana ha moldeado su desarrollo de manera significativa, contrastando con el festejo estadounidense, donde la tradición se centra más en las bromas y las travesuras sin la connotación religiosa.
Así, mientras algunos disfrutamos la emoción de una broma bien jugada (o de ser el blanco de una ingeniosa), otros reflexionan sobre el origen de esta festividad, una mezcla singular de tragedia y humor. Independientemente del contexto, el Día de los Inocentes es un recordatorio de que incluso en los momentos más ligeros, siempre existe una historia, un trasfondo que nos ayuda a entender el presente.