El apoyo familiar, en estas circunstancias, se convierte en un pilar fundamental. Liliana Arriaga, la icónica La Chupitos, habla abiertamente sobre el complejo balance entre la fama y la crianza de su hija, Quetzali Valencia, quien sigue sus pasos en el mundo del entretenimiento. Quetzali, al igual que su madre, enfrenta la implacable mirada del ciberespacio y sus críticas.
“Le digo a mi hija: ‘hágase un caparazón para todas esas críticas’ no eres monedita de oro y no vas a estar contestando o peleándote. Quiero que se sienta segura y más si se quiere dedicar a esto, porque este medio está cañón”, confiesa La Chupitos en una entrevista reciente para el programa De primera mano. El consejo materno, cargado de experiencia, busca dotar a Quetzali de la capacidad de navegar las aguas turbulentas de la opinión pública.
La comediante enfatiza la importancia de la resiliencia ante el bullying online. Sin embargo, hay límites. Un incidente en particular puso a prueba la paciencia de la famosa madre: "Es como que dándole fuerza y ánimo porque como mamá sí te agarras con la vecina, con la amiga, pero cómo te vas a agarrar con toda la gente del internet que ni conoces. La defiendo como fiera, pero en aspecto de que se ponga un caparazón y ella se sienta segura de ella misma”, explica.
La situación escaló cuando unas mujeres intentaron agredir físicamente a Quetzali. En ese momento, el instinto maternal de La Chupitos la impulsó a actuar: “Ya si fuera físico, que llegas y le quieres pegar, pues es como cualquier mamá. Que también ya nos ha pasado, luegbo les platico eso. Ya saben la gente envidiosa, no pueden ver algo bonito... soporta, panzona. La agredieron, pero iba ella y la mamá. Yo dije: ‘En qué cabeza cabe’... hay partes en donde sí debes sacar las garras y otras firmeza”.
La narración de Arriaga deja entrever una situación que, aunque contenida, refleja la complejidad de proteger a la familia en un mundo donde la agresión, tanto virtual como física, es una realidad preocupante. La experiencia de La Chupitos sirve como un recordatorio de la fortaleza que requiere el equilibrio entre la vida pública y la privada.