. algo que la mayoría de nosotros hemos experimentado, aunque a menor escala, en alguna reunión familiar.
Este año, la atención se centró en la entrega de los Globos de Oro, y en particular, en Nikki Glaser, una comediante conocida por su humor agudo e irreverente. Su nombre resonó con fuerza días previos al evento, no por una aparición estelar, sino por lo que decidió no hacer.
Se especuló mucho sobre qué celebridades serían el blanco de sus chistes. Muchos esperaban bromas sobre Blake Lively y Justin Baldoni, dos figuras públicas que suelen generar interés mediático. Sin embargo, la decisión de Glaser fue sorprendente.
Fuentes cercanas a la producción confirmaron que Glaser rechazó abiertamente incluir a Lively y Baldoni en su repertorio. Las razones detrás de esta decisión no fueron reveladas públicamente, alimentando la especulación en redes sociales. Algunos sugieren un acuerdo previo con la producción para evitar controversias, mientras que otros apuntan a una posible amistad o respeto profesional entre la comediante y las estrellas en cuestión.
Independientemente de la causa, la ausencia de bromas sobre Lively y Baldoni en la presentación de Glaser generó un debate sobre los límites del humor en eventos de alto perfil, y sobre la responsabilidad de los comediantes al elegir sus objetivos. El incidente destaca la complejidad de la comedia y su relación con la imagen pública de las celebridades.
La noche de los Globos de Oro dejó más interrogantes que respuestas. Las reacciones del público, tanto positivas como negativas, se volvieron parte integral de la narrativa misma del evento, reflejando la diversidad de opiniones sobre lo que se considera aceptable o no en el contexto de la comedia moderna.