Sabrina Carpenter, a sus 25 años, es un claro ejemplo. Nacida en una familia humilde de Pensilvania –hija de un chef y una quiropráctica–, su camino al estrellato comenzó con covers de Adele en YouTube y un concurso auspiciado por Miley Cyrus. Su paso por Disney Channel, protagonizando "El mundo de Riley", la catapultó a la fama adolescente, pero fue su álbum Emails I Can’t Send (2022) el que marcó un antes y un después.
El éxito rotundo de "Espresso" en el verano de 2024 la consagró como una figura global. Sus triunfos en los MTV Video Music Awards ratificaron su posición como una artista visionaria. Pero su ascenso no ha estado exento de controversias.
Carpenter ha construido una imagen audaz y provocadora. Su estética, descrita por Paris Match como "muñeca de lujo", combina sensualidad y poder, desafiando las normas tradicionales del feminismo contemporáneo y generando comparaciones con leyendas como Marilyn Monroe. Esta estrategia, palpable tanto en sus videos como en sus actuaciones en vivo, se ha convertido en su sello personal.
Su legión de seguidores, los "Carpenters", identificados por sus cintas blancas en el cabello, forman una comunidad apasionada y a veces, reactiva. La relación de Carpenter con el actor Barry Keoghan, marcada por rumores infundados de infidelidad que llevaron a amenazas y acoso hacia el actor –claramente desmentidos después por People Magazine–, ilustra la intensidad de la devoción y la defensa casi feroz que generan en sus fans.
Más allá del ámbito personal, su influencia se extiende a la política. Su participación en la última campaña presidencial estadounidense, sin declarar su apoyo a ningún candidato específico, refleja una estrategia similar a la de Taylor Swift, una figura clave en la vida de Carpenter. La conexión entre ambas, tanto personal (ambas nacieron en Pensilvania) como profesional (Carpenter considera a Swift una mentora clave, "Le debo tanto a Taylor", dijo), es innegable. Este paralelismo se hizo evidente en las nominaciones a los Grammy 2024, donde compitieron en varias categorías.
El videoclip de "Feather", filmado parcialmente en una iglesia de Brooklyn, donde Carpenter baila sobre ataúdes tras “asesinar” a hombres que la acosaban, generó un debate considerable en ámbitos religiosos y políticos. Sin embargo, como señaló Paris Match, este video es una muestra más de su capacidad para generar controversia y ampliar los límites de la expresión artística, una estrategia reminiscente de Madonna.
Su música, además, funciona como un diario íntimo, según confesó a Vanity Fair. Canciones como "Because I Liked a Boy", que abordó un triángulo amoroso que la involucró con Olivia Rodrigo y Joshua Bassett, son un testimonio de su habilidad para convertir experiencias personales en arte.
Sabrina Carpenter continúa dejando su marca, redefiniendo el concepto del empoderamiento femenino y la innovación en la música del siglo XXI.