Historias silenciadas, que ahora, con el paso del tiempo, emergen con una fuerza conmovedora.
Jeanne Wakatsuki Houston, una mujer que marcó un antes y un después en la narrativa de la experiencia japonesa-americana durante la Segunda Guerra Mundial, falleció el 21 de diciembre en su casa de Santa Cruz, California, a los 90 años. Su partida deja un vacío, pero también un legado imborrable.
En marzo de 1942, la vida de Jeanne, entonces una niña de siete años, cambió para siempre. Junto a sus nueve hermanos, su madre y su abuela materna, fueron arrancados de su hogar en Santa Mónica, California, y confinados en el Centro de Reubicación de Guerra de Manzanar, un campo de detención construido apresuradamente en 5,000 acres del árido desierto. Este era uno de los diez campos, en su mayoría en estados occidentales, establecidos bajo la Orden Ejecutiva 9066 del presidente Franklin D. Roosevelt, firmada tras el ataque a Pearl Harbor.
La orden provocó la evacuación militar de japoneses-americanos de la costa oeste, basados en la sospecha, en gran medida infundada, de que representaban una amenaza a la seguridad nacional. Un capítulo doloroso en la historia de Estados Unidos, donde la xenofobia y el miedo prevalecieron sobre la justicia y el debido proceso.
Su padre, Ko Wakatsuki, un pescador comercial de Hiroshima, no compartió el destino de su familia. El FBI lo arrestó poco después de Pearl Harbor, acusándolo de usar su barco pesquero para contrabandear petróleo a submarinos japoneses en la costa de California. Fue enviado a una prisión militar en Fort Lincoln, Bismarck, Dakota del Norte. Su familia siempre sostuvo que la acusación era falsa, una injusticia más en una cadena de sufrimientos.
La experiencia de Jeanne en Manzanar, plasmada en sus memorias, nos entrega un testimonio crudo y emotivo sobre la vida en un campo de internamiento, ofreciendo una perspectiva personal sobre la histeria que llevó al gobierno de los Estados Unidos a encarcelar a aproximadamente 120,000 japoneses-americanos. Un relato que trasciende el tiempo y nos recuerda la importancia de la memoria colectiva, la lucha contra la discriminación y la necesidad de aprender de los errores del pasado para construir un futuro más justo e inclusivo.
Su historia, profundamente humana y conmovedora, queda grabada en la memoria de quienes la conocieron y en las páginas de la historia, un recordatorio constante de la importancia de la memoria y la defensa de los derechos humanos.