El próximo mes llega al Barbican de Londres una nueva versión de La Gaviota, concebida y dirigida por Thomas Ostermeier, con un elenco encabezado por las estrellas Cate Blanchett y Tom Burke. La adaptación, a cargo de Duncan Macmillan, promete una perspectiva radical, similar a las innovadoras actualizaciones de Ibsen que Ostermeier ha realizado anteriormente, especialmente en Un enemigo del pueblo.
La historia de las diferentes interpretaciones de La Gaviota es fascinante. Recuerdo una producción del Old Vic en 1960, donde Tom Courtenay interpretó a Konstantín. Su interpretación, descrita por Irving Wardle como una "irritante provincialidad", fue asombrosa. Curiosamente, según las memorias de Courtenay, su participación estuvo condicionada a una cirugía dental, impuesta por Michael Benthall, director del Old Vic, quien le dijo: "Puedes interpretar a Konstantín en La Gaviota, pero no con esos dientes".
Otra producción memorable fue la de Jonathan Miller en 1974. Su enfoque radical, en el contexto de una temporada que incluía Hamlet y Los fantasmas, exploró el tema del complejo de Edipo, presentando un hilo conductor entre las tres obras a través de la relación entre hijo y madre. Además, Miller profundizó en el tema de la obra que Konstantín monta en el primer acto, sugiriendo que la reconciliación entre materia y espíritu resonaba en todo el texto.
La producción del RSC en 1990, dirigida por Terry Hands y con un elenco de ensueño que incluía a Susan Fleetwood, Amanda Root y Simon Russell Beale, destacó por la colocación del intermedio entre el tercer y cuarto acto, resaltando la permanencia de los egos de Arkadina y Trigorin, en contraste con el trágico cambio de Konstantín y Nina.
Luc Bondy, en una producción del Burgtheater de Viena, siguió el ejemplo de Hands con un intermedio tardío. A pesar de una ambientación moderna, la producción fue fiel al espíritu de Chéjov, destacando la interpretación de Gert Voss como un Trigorin tímido y pasivo, lo que le dio una nueva dimensión a su confrontación con Nina.
Con un historial de varias puestas en escena de La Gaviota en diferentes ciudades europeas, Ostermeier demuestra su pasión por la obra. Su nueva producción en el Barbican promete una exploración profunda y personal de esta obra clásica, aprovechando la libertad interpretativa que la propia naturaleza de la obra permite, como bien lo argumentó Michael Frayn: "nada está fijo: todo está abierto a la interpretación".