El Príncipe Andrés, de 64 años, ha sido visto por primera vez este año, tras un mes de ausencia. Las imágenes, tomadas el lunes pasado, lo muestran participando en una de sus actividades favoritas: montar a caballo. Acompañado por un cuidador ecuestre, el Duque de York lucía, según los testigos, animado y de buen humor durante la mañana. Su pasión por la equitación, es, de hecho, algo que comparte con su hermana, la Princesa Ana, una consumada amazona que representó a Gran Bretaña en los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976. "Una pasión familiar", comentan algunos expertos reales.
Sin embargo, el ánimo del Príncipe Andrés pareció cambiar drásticamente al final del día. Imágenes posteriores lo muestran con una expresión seria al volante de su Range Rover, dentro de los terrenos de Windsor. Este cambio de humor coincide con una serie de controversias que han empañado su imagen pública en los últimos meses.
Entre los incidentes más recientes, se encuentra la acusación contra su asesor de negocios de ser un espía chino. Este hecho, que desencadenó una investigación de inmigración y una prohibición de entrada al Reino Unido para el asesor, ("un confidente cercano", según fuentes cercanas al príncipe), le habría costado su invitación a la comida navideña de la familia real, a pesar de la numerosa lista de invitados (45 personas).
A esta situación se suma el cierre de la firma financiera que gestionaba sus inversiones privadas, seguida de una denuncia policial por presunto uso de un nombre falso para registrar una empresa. La Policía Metropolitana de Londres está investigando si se requiere alguna acción adicional contra el Duque.
El cúmulo de estos acontecimientos llevó a que el Príncipe Andrés fuera excluido de una cena real celebrada el 9 de enero en el Castillo de Windsor, organizada por la Princesa Ana en honor a la escuela Gordonstoun, donde estudió junto a sus hermanos, el Rey Carlos y el Príncipe Eduardo. Una omisión que, dada la cercanía del evento y su residencia en el Royal Lodge, dentro del mismo complejo, ha generado múltiples interpretaciones.
El contraste entre la serenidad matutina a caballo y la solemnidad vespertina en su vehículo, deja entrever las complejidades de la vida de un miembro de la realeza enfrentándose a las consecuencias de acciones pasadas.