La excéntrica obsesión del Príncipe Andrés: 20 osos y un reino de exigencias

Detalles que, lejos de ser triviales, nos revelan facetas inesperadas de la realeza.
Recientemente, el autor Tom Quinn, en su nuevo libro "Yes, Ma'am: The Secret Life of Royal Servants," basado en cientos de entrevistas con personal del palacio, ha destapado algunas de estas curiosidades. El foco se centra en el Príncipe Andrés, el Duque de York, y una afición que, según Quinn, ha generado más de un conflicto.
No se trata de un gusto por la pintura, ni por la música clásica; la obsesión del príncipe, según se relata, reside en su colección de osos de peluche. No se trata simplemente de tenerlos, sino de su precisa colocación. “Tiene una colección de osos de peluche, de los que insiste en que sean colocados a diario en una determinada posición… una forma piramidal. Y se enfada mucho si no se hace correctamente…”, afirma Quinn.
Según el autor, son entre 20 y 30 ositos de peluche los que requieren de una cuidadosa ordenación diaria. Una tarea que recae en un miembro específico del personal, seleccionado por su meticulosidad y habilidad para satisfacer el exigente gusto del príncipe. “Si no se colocan exactamente como él quiere, puede ser bastante malhumorado y enojarse”, añade Quinn, destacando la dependencia del príncipe de esta persona encargada.
Pero la historia no termina ahí. La exigencia del príncipe con la posición de sus osos es solo un ejemplo de su carácter, descrito por Quinn como "excéntrico y malhumorado." Diversos empleados, según el autor, lo consideran "arrogante" y su mal humor, a menudo, se atribuye a la frustración por no haber sido rey, creyendo ser superior a su hermano, el rey Carlos.
Quinn cita ejemplos adicionales de las peculiaridades del príncipe Andrés. Se menciona la remoción de personal por detalles como un lunar en la cara o el uso de una corbata de nylon. Estos episodios, según Quinn, resaltan una exigencia excesiva y una falta de empatía hacia los empleados.
La historia del príncipe Andrés y sus osos de peluche no es un caso aislado. Quinn también menciona las peculiaridades del Rey Carlos, detallando sus exigencias en cuanto a la preparación del té, el pulido de los zapatos y la colocación de la pasta de dientes en su cepillo. Incluso, se menciona la preparación de seis huevos diarios para asegurar que al menos dos estén perfectamente cocidos a su gusto.
Estas anécdotas, más allá del morbo que puedan generar, pintan un panorama complejo de la vida en la realeza británica, donde la tradición y el protocolo se entrelazan con las particularidades de quienes ostentan el poder.