Princesa Isabella: 18 años y una tiara histórica

Isabella de Dinamarca, la segunda hija de los reyes Federico y Mary, llegó a la mayoría de edad. Y como dicta la costumbre, este significativo momento no pasó desapercibido. No se trató de una simple fiesta; fue una producción con todas las de la ley.
Tres fotografías oficiales, tomadas en el Gran Salón del Palacio de Federico VIII en Amalienborg por el reconocido fotógrafo Steen Evald —un habitual en las sesiones de la Familia Real— muestran a la princesa radiante en un "favorecedor vestido en satén color naranja con drapeados en el pecho y el escote". Pero la verdadera sorpresa estaba por llegar.
La tradición dicta que las princesas danesas reciben una tiara al cumplir 18 años, un regalo familiar que se remonta décadas. En este caso, en lugar de sus padres, Isabella recibió la diadema de manos de su abuela, la reina Margarita. Se trata de una pieza histórica: un "bandeau de turquesas y diamantes relativamente estrecha, destinada a usarse casi horizontalmente como una banda en el cabello". Fabricada a finales del siglo XIX y perteneciente a la princesa heredera Margarita de Suecia, la tiara tiene una historia fascinante: "Tras su prematura muerte en 1920, su hija, la princesa Ingrid (bisabuela de Isabella) la recibió como regalo de confirmación y la llevó a Dinamarca al casarse con el que después sería el rey Federico IX." Incluso, tiene la particularidad de poder "desmontarse y usarse como pulsera".
El evento también marcó otro hito para Isabella: la investidura en la Orden del Elefante, la condecoración más antigua y prestigiosa de Dinamarca, una distinción que se otorga principalmente a miembros de la realeza y jefes de Estado. "Desde 1693, las insignias se caracterizan por el elefante con torre hecho de oro cubierto de esmalte blanco y engastado con diamantes..." Para la ocasión, la insignia fue restaurada, incluyendo la pintura del monograma del Rey Federico y el escudo de armas personal de la Princesa, que pronto se exhibirá en el Castillo de Frederiksborg.
Más allá de la parafernalia real, la imagen de Isabella representa un instante de transición, el paso a la edad adulta de una joven princesa en un mundo cargado de historia y tradición.