Érika Zaba: El accidente que casi le cuesta la vida a los 16 años

Un accidente, una carretera sinuosa, un impacto que dejó una huella imborrable. Detalles que, inicialmente, parecen irrelevantes en la trama de una vida exitosa, pero que, en realidad, son el telón de fondo de una historia de valentía.
Érika Zaba, la voz icónica de OV7, compartió recientemente en el podcast "Historias por contar" de Roberto Carlo, un episodio doloroso de su juventud, una experiencia que la marcó a fuego. A sus 16 años, en pleno ascenso con "La Onda Vaselina", la joven cantante sufrió un aparatoso accidente automovilístico.
El impacto fue devastador. "Era una carretera peligrosa… Nos estampamos y ellos mueren instantáneamente," recordó Érika, con la voz entrecortada por el recuerdo. La joven sufrió una fractura de cráneo y una inflamación cerebral, quedando en coma durante dos días.
Imaginen la escena: un hospital en Chilpancingo, con recursos limitados, una joven gravemente herida, con "múltiples fracturas, una de ellas expuesta. Traía los huesos por fuera. Se rompe en 16 pedazos la pierna," como ella misma describe. A pesar del dolor, de la confusión, Érika, con una lucidez asombrosa, logró proporcionar la información crucial a los paramédicos: los datos de contacto de sus familiares.
Tras su traslado a la Ciudad de México y su ingreso a terapia intensiva, la cantante permaneció varios meses luchando por su vida. "Cuando ingreso al hospital en México, entro en coma, paso a terapia intensiva… Estaba muy impactante físicamente. Nadie podía verme," explica.
En medio de la nebulosa del dolor y la recuperación, la noticia golpeó con la fuerza de un tsunami: la pérdida irreparable de sus padres. El accidente que casi le cuesta la vida, también les arrebató la suya a quienes más amaba. A los 16 años, Érika se enfrentó a la inmensa responsabilidad de cuidar a sus hermanas.
Hoy, años después, Érika Zaba encarna la resiliencia. Su testimonio es un canto a la vida, a la fe, a la fortaleza interior. Un relato que trasciende la tragedia para convertirse en un ejemplo de superación. Un recuerdo doloroso, sí, pero también un poderoso testimonio de esperanza.