Caifanes revive magia generacional en Auditorio Telmex con show electrizante

No era solo un concierto: era una ceremonia generacional donde abuelos, padres y millennials compartían el mismo código emocional.
Saúl Hernández, con esa mirada de chamán urbano que lo caracteriza, dejó caer el primer acorde de "Hasta morir" mientras el escenario se teñía de tonos granate. La magia ocurrió en el tercer compás: 8,000 personas sincronizadas en un solo movimiento, como si alguien hubiera accionado un interruptor colectivo.
Lo que siguió fue una clase magistral de cómo los verdaderos iconos del rock mexicano no necesitan grandes producciones. Bastaban:
Detrás del éxtasis musical, había una historia de resistencia. Hernández dejó caer entre versos: "Esto suena así de libre porque no le debemos nada a nadie". Una puñalada elegante a las disqueras que en los 90 quisieron domesticar su sonido. El dato crudo: tras su separación en 1995 por conflictos con manejos opacos de regalías, el grupo aprendió la lección. Hoy controlan cada acorde, cada merch, cada derecho.
Las últimas notas de "Afuera" resonaron mientras el humo de máquina envolvía a la banda. No hubo bis. No hizo falta. 120 minutos habían sellado un pacto: el rock nacional cuando es auténtico, no tiene fecha de caducidad.