PGR, sin resultados de desaparición forzada a dos meses

Aristeo González siempre está ahí: en cada mitin, en cada marcha, en cada actividad por la presentación con vida

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México, DF.

Aristeo González siempre está ahí: en cada mitin, en cada marcha, en cada actividad por la presentación con vida. Aun así, pasa inadvertido. No es de los que quiere tomar el micrófono: expresar públicamente su sentir; agradecer las muestras de apoyo. A pesar de su doble herida, su dolor es más bien silencioso.
Él es uno de los padres de los 43 muchachos desaparecidos en Iguala, Guerrero, por policías. Su caso, sin embargo, es peculiar. A diferencia de los demás, él lucha por el regreso de dos de sus hijos: Jorge Luis y Dorian González Parral, alumnos de primer grado de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa. El dolor se multiplica para este hombre de figura espigada, que emula las de los cultivos del maíz que cosecha.
Jorge Luis y Dorian, originarios de Xalpatláhuac, comunidad ubicada en una de las regiones más marginadas y de extrema pobreza en México –la Montaña de Guerrero–, quisieron formarse juntos como maestros rurales; y, por ello, estudiar en Ayotzinapa y ser graduados de la misma generación.
Con el objetivo de emprender el sueño colectivo, los hermanos se trazaron un plan. Jorge Luis, quien ahora tiene 21 años de edad, esperaría a que Dorian, 3 años menor que él, concluyera su bachillerato. El pacto contó con el respaldo familiar. Los muchachos se cuidarían entre sí; nada podría pasarles.
Al fin, luego de la espera, los cimientos –esos como los que construye Aristeo en sus jornadas de albañil– ya estaban ahí. Jorge Luis y Dorian lograron su pase a la Escuela Normal. En el camino, los valores inculcados en el nicho familiar fueron de suma utilidad: ser buenas personas, honrados, disciplinados, trabajadores…
El sueño tan sólo duró 2 meses. La estructura simplemente se les desplomó. Los hermanos que edificaban el sueño de prepararse como la vía para ser felices, pasarla bien y tener de qué vivir fueron sustraídos del mundo de los presentes el 26 de septiembre pasado en una operación en la que participaron policías municipales. Desaparición forzada: legado de dictaduras.
Desde entonces, Aristeo lo ha dejado todo: el cultivo de maíz, frijol, calabaza y flor de jamaica; las horas de talacha como albañil; el mantenimiento de la casita de paredes de adobe que comparte con su esposa y con su hijo que cursa la educación secundaria.
Su prioridad es una: encontrar a sus dos muchachos; estrecharlos contra su figura de espiga; inundarlos, quizá sin pretenderlo, de esa sonrisa tímida, transparente, que de vez en cuando desprende su rostro moreno.
Jorge Luis: deportista, amante del futbol y de la música pop. Dorian: inteligente, serio, dedicado al ciento por ciento al estudio. Así describe Aristeo a sus hijos. Sus frases son cortas y atravesadas.
Luego de que fueron aceptados en Ayotzinapa, Jorge Luis y Dorian visitaron a su familia en dos ocasiones. En ambas, les manifestaron su alegría y lo bien que se la pasaban en compañía de un primo y de un paisano que ya antes habían ingresado a esta escuela.

Dos meses sin resultados
Es 28 de noviembre de 2014. Dos meses (9 semanas, 63 días, 1 mil 512 horas) han transcurrido desde la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, entre ellos Jorge Luis y Dorian. La incertidumbre se prolonga; no hay rastros del paradero de estos jóvenes.
Sus madres y sus padres presiden una conferencia de prensa en las instalaciones de la normal. Los acompañan sus abogados y los integrantes del Comité Ejecutivo Estudiantil Ricardo Flores Magón de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos. Una noche fría y sobria.
No hay ni buenas ni nuevas noticias, informan. Sus voces y sus rostros como vehículo del mensaje. A 2 meses de espera, la Procuraduría General de la República no ha aportado resultados tangibles ni sustantivos de las investigaciones, acusan. La situación es tal, que las labores de búsqueda y, sobre todo, de búsqueda en vida a cargo del gobierno mexicano han disminuido, no obstante el compromiso que asumió públicamente Enrique Peña Nieto, presidente del país, en este sentido.
Esto se da, explican, porque la Procuraduría General de la República (PGR) ya da por muertos a los muchachos, es decir, se ha conformado con la versión, endeble en términos probatorios”, que Jesús Murillo Karam, titular de la misma, salió a anunciarles en el día 42 de ausencia, que los 43 normalistas habrían sido ejecutados, calcinados hasta por 15 horas en el basurero de Cocula y, posteriormente, sus restos arrojados al Río San Juan.
Plegarse a una sola teoría que, incluso, carece de prueba científica, ha significado, asimismo, la exclusión de facto de otras posibles líneas de investigación, entre ellas las de la posible participación del Ejército y la Policía Federal en la desaparición de los estudiantes.
—¿A 2 meses de la desaparición forzada de sus hijos, el cansancio lo ha alcanzado? –se le pregunta a Aristeo, padre de Jorge Luis y Dorian.
—Cansados no. Nosotros seguimos todavía con coraje. Que el gobierno vea que nosotros no nos rendimos. Nosotros estamos dando pasos más pa’ delante, hasta lograrlo, hasta que nos entregue a nuestros hijos. Fue el gobierno el que nos los quitó, el Estado.
El hombre manifiesta su indignación por los intentos oficiales de hacer creer que los 43 muchachos tenían vínculo con grupos criminales y que, como consecuencia, fueron desaparecidos. Al respecto, expresa: El gobierno nada más está mintiendo. Quiere hacerle creer a la gente que ellos no hacían las cosas bien, pero no. Uno como papá conoce a sus hijos. Yo les enseñé que lo más correcto es trabajar y no agarrar vicios. Yo soy campesino y me gusta la honradez ¿Cree que si uno fuera delincuente tuviera casitas de adobe?”

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