WASHINGTON
Hace apenas dos años, Aaron Smith, presidente ejecutivo de la National Cannabis Industry Association, vaticinó que el cultivo y comercialización de la mariguana, una industria que ha florecido en Estados Unidos en medio una de las peores crisis económicas para generar empleos y recursos fiscales, se abriría el paso para conseguir el reconocimiento nacional.
Smith no estaba equivocado, como demostró el triunfo de las iniciativas para legalizar el consumo recreativo de la mariguana en Colorado y Washington.
La lucha por una legalización de la mariguana que sustituya su venta en millones de esquinas oscuras en Estados Unidos, como sucede actualmente, apenas comenzó. El debate se ha tornado ríspido e intenso, con defensores que acusan de “ciegos” y “dinosaurios” a quienes insisten en sus políticas prohibicionistas y detractores que advierten contra una marea de jóvenes quemándose como luciérnagas suicidas.
“Estamos contemplando el principio del fin de la política prohibicionista. Y, aunque aún nos falta mucho por conseguir, comenzamos a ver la luz al final del túnel”, aseguró Allen St Pierre, director ejecutivo de NORML, una organización que se ha convertido en “la voz de los fumadores responsables de mariguana” desde la década de los 70.
En el centro del debate está el elevado costo de la guerra contra las drogas, que se ha saldado con el más elevado índice de encarcelamiento en el mundo; un gasto que ha superado los 2 billones de dólares en los últimos 40 años; la epidemia por el abuso de medicamentos controlados y, finalmente, una crisis económica que se ha convertido en la más poderosa aliada de la industria de la mariguana.
Dos días después de conseguir dos importantes victorias en Colorado y Wa-shington, la National Cannabis industry Association realizó su Conferencia de Negocios en la ciudad de Denver.
En un ambiente de victoria, la mayoría de los asistentes festejaron el triunfo de dos iniciativas que les permitirán expandir sus operaciones a cielo descubierto y que, dicen, convertirán a esos dos estados en los beneficiarios del “turismo de la mariguana”.
La fuerza del dinero
El triunfo de las iniciativas en estos dos estados no ha sido casual. Tan sólo en este año, la aún incipiente pero muy dinámica industria de la mariguana en Colorado ha generado ganancias por hasta 200 millones de dólares y una generosa tajada en impuestos que han permitido enjugar las alicaídas arcas del Estado.
“El impacto de las nuevas leyes en Colorado y Washington es tan simbólico como inmediato. Pero, a partir de ahora, aún hay un largo camino por recorrer”, consideró Erik Altieri, el portavoz de NORML, en alusión a la serie de negociaciones para implementar las nuevas normas que regularán la venta de mariguana en esos dos estados.
“Para nosotros las leyes han cambiado. A partir de ahora, la posesión de mariguana ya no será un delito”, aseguró el sargento Sean Whitcomb al reconocer que la nueva ley, que entrará en vigor el 6 de diciembre en Washington, “es un territorio aún no explorado” por los representantes de la ley.
En Colorado, la aprobación de la mariguana implica una enmienda a la Constitución estatal.
En medio de una cuenta regresiva, las oficinas estatales que regulan la venta de alcohol en Colorado y Washington tendrán que definir las nuevas reglas para el cultivo, distribución y comercialización de la mariguana. Los cálculos más conservadores vaticinan que no será hasta el 2014 cuando la venta tenga un carácter fluido y regular.
Sin embargo, las leyes estatales seguirán estando en abierta contradicción con las leyes federales y con las directivas que siguen vigentes desde el Departamento de Justicia y la Casa Blanca.
La situación se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para la administración federal y un reflejo de la realidad dispar en la que el gobierno de Barack Obama ha luchado, sin demasiado éxito, por conciliar y resolver el terrible dilema que le plantea el avance de la legalización de la mariguana con fines medicinales en 16 estados —y la aprobación en 2 estados más que han conseguido empujar la frontera del consumo con fines recreacionales—, con su política de cero tolerancia.
Sobre todo cuando, al sur de su frontera, países como México no salen de su asombro y perplejidad, después de haber pagado un precio muy elevado en su lucha contra el tráfico de drogas.
¿No interferencia?
En 2007, siendo candidato a la presidencia, Barack Obama prometió que no interferiría en la implementación de leyes estatales que regularan el cultivo y la comercialización de la mariguana con fines medicinales. Hoy, su posición es diametralmente opuesta, pero coherente con la postura que ha defendido de forma conjunta con países como México, una nación martirizada y desangrada por la guerra contra las drogas, que no podrá evitar ser arrastrada al debate internacional sobre la despenalización.
Organizaciones como NORML insisten en que la despenalización de la mariguana quitará una jugosa tajada del mercado a los cárteles mexicanos.
Instituciones como Rand Drug Policy Research Center han calculado que el precio de la mariguana podría caer hasta en un 80% en caso de que sigan prosperando iniciativas como las de Washington y Colorado.
Pero el gobierno federal insiste en que este tipo de argumentos son falaces y que la despenalización no puede verse como “una panacea” o “una cura” para terminar con la violencia en países como México.
Cultivos prosperan
El debate apenas comienza, mientras se multiplican los cultivos de mariguana desde los fértiles campos de California, Washington o Colorado. O las parcelas hidropónicas que cuidan con celo y esmero centenares de miles de ciudadanos que han descubierto en la mariguana una prometedora fuente de ingresos y una solución para capear con el temporal de una crisis económica que se ha resistido a abandonar el tejido social.
Según las más recientes encuestas, 52% de los ciudadanos apoya la legalización y fiscalización de la mariguana, un porcentaje nunca antes visto y muy lejos de la percepción de los ciudadanos en la década de los 60, cuando 8 de cada 10 se manifestaban en contra de cualquier forma de despenalización.
“Nuestro gran desafío es ahora convertir este apoyo popular en leyes y políticas públicas que permitan y regulen el cultivo y comercialización de la mariguana”, aseguró el portavoz de NORML para poner en perspectiva una lucha que, insiste, apenas comienza.