En Chicago, Estados Unidos, Clarisa Figueroa, de 51 años, fue sentenciada a pasar 50 años tras las rejas luego de aceptar su culpabilidad por el brutal asesinato de Marlen Ochoa, una joven embarazada de 19 años, ocurrido hace casi cinco años. Figueroa enfrentaba múltiples cargos, incluido homicidio en primer grado, secuestro agravado y desmembramiento de un cuerpo.
La acusación establece que, con la ayuda de su hija Desiree, de entonces de 24 años, Figueroa estranguló a la joven Ochoa López, quien estaba embarazada de nueve meses, utilizando un cable. Y posteriormente, le abrieron el abdomen para extraer al bebé del útero. Después del horrendo acto, Figueroa llamó a los servicios de emergencia para informar que había dado a luz, aunque el bebé no estaba respirando.
Sin embargo, en su interrogatorio, negó que Ochoa López hubiera estado en su casa y afirmó que el bebé era suyo. El bebé, quien fue arrancado del vientre de su madre, falleció después de pasar siete semanas en cuidados intensivos con respirador artificial, debido a los graves daños cerebrales sufridos en el ataque. Figueroa planeó todo tras la muerte de su hijo, por lo que buscaba un recién nacido.
Figueroa admitió su responsabilidad en el asesinato y fue condenada a cincuenta años de cárcel sin posibilidad de libertad condicional. Madre e hija atrajeron a la joven a una casa en el suroeste de la ciudad bajo el pretexto de donarle ropa de bebé y otros artículos, para luego perpetrar el ataque. El cuerpo de Ochoa López fue encontrado en un contenedor de basura casi tres semanas después.
Por su parte, la hija de Figueroa se declaró culpable en enero pasado y acordó testificar contra su madre a cambio de una sentencia de 30 años de prisión. Además, Piotr Bobak, el novio de Figueroa, quien según la Fiscalía limpió la escena del crimen, se declaró culpable el año pasado por obstrucción de la justicia y fue condenado a cuatro años de prisión.