El mundo digital se ha convertido en un terreno fértil para la búsqueda de atención y la generación de contenido viral. Ya no se trata de desafíos mortales como la Ballena Azul, sino de una nueva forma de entretenimiento que se ha infiltrado en aplicaciones como TikTok e Instagram. Uno de los últimos casos que ha desatado polémica en las redes sociales es la historia de Chloe López, una influencer británica que ha ganado notoriedad por su peculiar estilo de “donaciones”.
Chloe, con más de 177,000 seguidores en Instagram, se ha dado a conocer por dejar su ropa interior usada en lugares públicos. Su objetivo es claro: generar controversia, acumular likes y promocionar su perfil en sus redes.
El método de Chloe, a pesar de ser visto por algunos como una forma de arte escandalosa, ha provocado la indignación de muchos. Los comentarios en sus publicaciones se llenan de frases como: "Es un acto sumamente desconsiderado" o "no tiene gracia".
En España, Chloe ha dejado su marca en la provincia de Alicante, dejando sus “donaciones” en lugares como gasolineras, cafeterías y hasta en el busto del tenor de ópera Antonio Cortis. Sus actos han generado debate sobre los límites del humor y la ética en el mundo digital, cuestionando la necesidad de llamar la atención a cualquier precio.
Las redes sociales se han convertido en una plataforma donde la búsqueda de la viralidad se ha transformado en una carrera sin frenos. La constante necesidad de generar contenido novedoso y atractivo ha llevado a algunos creadores a cruzar la línea del buen gusto y la decencia.