En el corazón de Chicago, bajo el eco de los vítores de la Convención Nacional Demócrata, Steve Kerr, entrenador de los Golden State Warriors y ex estrella de la NBA, se pronunció. No era un discurso típico, no se trató de estrategias deportivas, sino de principios, de liderazgo y de la elección presidencial que se avecinaba.
Kerr, un hombre acostumbrado a la intensidad del deporte, se dirigió a la multitud con un toque de humor. Recordando sus años dorados en el United Center, la casa de los Chicago Bulls, bromeó sobre los jóvenes que deberían buscar a Michael Jordan en Google, como si el pasado fuera un misterio a descifrar. Su discurso, sin embargo, fue más que una simple nostalgia.
Con una mezcla de pasión y reflexión, habló de la importancia de la dignidad, la verdad y la capacidad de reírse de sí mismo en el liderazgo. Resaltó que el presidente ideal debe cuidar a su pueblo, poseer conocimiento y experiencia, pero también humildad, dispuesto a escuchar a su equipo, a su nación.
Creo que los líderes deben mostrar dignidad. Creo que los líderes deben decir la verdad. Creo que los líderes deben poder reírse de sí mismos. Creo que los líderes deben cuidar y amar a las personas a las que dirigen. Creo que los líderes deben poseer conocimientos y experiencia, pero con plena conciencia de que ninguno de nosotros tiene todas las respuestas. Y, de hecho, las mejores respuestas a menudo provienen de los miembros del equipo. - Steve Kerr, Convención Nacional Demócrata, 2020
Su discurso no fue solo un llamado a la acción, sino una oda a la unidad. En un momento en que las divisiones políticas parecían insuperables, Kerr apeló a la esencia del ser estadounidense, recordando que incluso en la NBA, jugadores de equipos rivales se unían bajo la bandera de su país, dejando a un lado sus diferencias para alcanzar la victoria.
En un tono audaz, pero sin perder la compostura, cerró su intervención con una frase que resonó en la multitud. “En palabras de la gran Steph Curry, podremos decirle a Donald Trump buenas noches”, dijo, emulando el icónico gesto del jugador de los Warriors, como si estuviera poniendo al presidente en la cama.