Su reciente aparición en un restaurante McDonald's de Pensilvania, donde se puso un delantal para servir papas fritas, ha generado un debate público sobre la relación entre la compañía y los candidatos políticos.
El acontecimiento, que tuvo lugar en el restaurante de Feasterville-Trevose, Pensilvania, ha desatado una ola de reacciones. Mientras algunos ven la visita de Donald Trump como un gesto positivo hacia la marca McDonald's, otros critican la decisión de la compañía de permitir la participación del expresidente en su establecimiento. La controversia ha llevado a McDonald's a emitir un comunicado oficial para aclarar su posición.
La compañía, que opera bajo un modelo de franquicia, ha enfatizado que no tiene control sobre las decisiones de los dueños de los locales independientes. En este caso, el dueño del restaurante de Pensilvania, Derek Giacomantonio, fue quien aceptó la solicitud de Trump de visitar el establecimiento.
"McDonald's no respalda a candidatos a cargos electos y eso sigue siendo cierto en esta carrera por el próximo presidente. No somos rojos ni azules - somos dorados", declaró la compañía en su comunicado.
A pesar de la aclaración de McDonald's, la participación de Trump en su restaurante ha planteado interrogantes sobre la capacidad de la empresa para controlar la imagen de su marca en el ámbito político.
La compañía ha enfrentado situaciones similares en el pasado, como el caso de un operador de McDonald's en Israel que ofreció descuentos a soldados y fuerzas de seguridad tras el ataque de Hamas en octubre de 2023. Este incidente provocó un boicot a la empresa en países de mayoría musulmana, lo que ha afectado a las ganancias de McDonald's en los últimos trimestres.
La situación con Trump es solo un ejemplo más de los desafíos que enfrentan las empresas con modelos de franquicia en el contexto político actual. A medida que las campañas políticas se vuelven cada vez más polarizadas, la capacidad de las empresas para mantener su neutralidad se ve constantemente puesta a prueba.