Vladimir Putin, en un reciente discurso, hizo hincapié en que los recientes bombardeos ucranianos, que han utilizado misiles de fabricación occidental, son un claro indicativo de la influencia de Occidente en el conflicto. Estos ataques, que han impactado instalaciones militares en las regiones de Briansk y Kursk, han sido considerados por el mandatario como un punto de inflexión en la guerra.
El presidente ruso no se detuvo ahí; advirtió que Rusia podría tomar medidas drásticas contra los países que continúen suministrando armamento a Ucrania. En sus propias palabras, “Rusia se considera con derecho a usar sus propias armas contra instalaciones militares en naciones que permitan que sus sistemas sean empleados en ataques contra objetivos rusos”. Esta declaración subraya la firmeza con la que el Kremlin está dispuesto a actuar ante cualquier escalada del conflicto.
En una demostración de su capacidad militar, Rusia ha lanzado su nuevo misil balístico de medio alcance, el “Oreshnik”, dirigido a un complejo militar-industrial en Ucrania. Este misil, que alcanza velocidades de Mach 10, se presenta como un desafío para los sistemas antimisiles actuales, incluidos aquellos desarrollados por Estados Unidos en Europa.
La introducción de esta nueva arma resalta no solo la creciente capacidad militar de Rusia, sino también su disposición a intensificar el conflicto. A pesar de la escalada, Putin ha reiterado que su país prefiere resolver las disputas de manera pacífica, aunque está preparado para cualquier eventualidad, tanto en el ámbito militar como en sus relaciones con Occidente.
Con este mensaje, el presidente ruso busca dejar claro que su nación no solo está lista para defender su territorio, sino que también responderá con firmeza a cualquier apoyo que Ucrania reciba de Occidente.