Según el doctor Jean-Jacques Muyembe, director del Instituto Nacional de Investigación Biomédica de Kinsasa, nueve de las doce muestras analizadas dieron positivo para malaria, aunque la calidad de las mismas plantea dudas sobre su fiabilidad. "Continuamos investigando para determinar si se trata de una epidemia", indicó Muyembe.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) también confirmó que la mayoría de las muestras analizadas hasta ahora apuntan a la malaria, pero advirtió sobre la posible participación de otras enfermedades en el brote. Los síntomas predominantes incluyen:
- Fiebre alta
- Dolor de cabeza
- Tos
- Anemia
Estos síntomas aumentan la vulnerabilidad de los menores en una región caracterizada por altos niveles de desnutrición y baja cobertura de vacunación. Ezekiel Kasongo, residente de Panzi, relató cómo su hijo de nueve años superó la enfermedad tras sufrir fiebre alta y debilidad extrema. "Estábamos muy preocupados debido al número de muertes, especialmente entre los niños, pero gracias a Dios, está fuera de peligro", afirmó.
La remota ubicación de Panzi ha dificultado la respuesta rápida. Los expertos del Equipo Nacional de Respuesta Rápida y la OMS tardaron dos días en llegar a la región. Debido a la falta de infraestructura local para pruebas, las muestras tuvieron que ser enviadas a Kikwit, a más de 500 kilómetros de distancia.
La situación en Panzi refleja los desafíos de salud pública que enfrentan las regiones rurales en países con infraestructura limitada. La combinación de desnutrición, enfermedades infecciosas y un acceso restringido a servicios médicos pone en riesgo a las comunidades más vulnerables.
Mientras continúa la investigación, la OMS y las autoridades congoleñas trabajan para identificar con precisión el origen del brote y prevenir futuras tragedias. Los ojos del mundo están puestos en Panzi, donde la esperanza radica en una respuesta coordinada que permita salvar vidas y fortalecer los sistemas de salud locales.