El magnate japonés Masayoshi Son, CEO de SoftBank, ha hecho noticia una vez más. Su compañía, un gigante en el sector tecnológico con una cartera que incluye nombres como Yahoo, Alibaba y Nvidia, ya ha protagonizado grandes inversiones, algunas exitosas y otras no tanto. Recuerden el caso de WeWork, una historia de altos y bajos que marcó un antes y un después en el mercado.
Ahora, la atención se centra en una cifra monumental: $100 mil millones de dólares. Esta inversión colosal se destinará a proyectos en Estados Unidos durante los próximos cuatro años, según anunció el propio Son junto a Donald Trump en Mar-a-Lago. Trump, en su momento, celebró el anuncio como una "demostración monumental de confianza en el futuro de Estados Unidos".
El anuncio, hecho en el contexto de la presidencia electa de Trump (en 2024), generó un revuelo inmediato. El doble de la inversión prometida en 2016, antes de la primera administración Trump, la apuesta de Son se presenta como una estrategia audaz en un panorama económico incierto. La pregunta en el aire: ¿Se cumplirá esta promesa?
Vale la pena recordar que este tipo de anuncios, por parte de Trump, han sido hechos con anterioridad. La inversión de Foxconn en Wisconsin, por ejemplo, se redujo considerablemente tras la pandemia de COVID-19, demostrando la volatilidad de estos acuerdos. Este precedente nos lleva a analizar con cautela los alcances reales de esta inversión de SoftBank.
SoftBank, fundada en 1981, ha construido su imperio a través de inversiones estratégicas en diversas áreas. Su reciente colaboración con Arabia Saudita para construir una fábrica de robots en Riad es solo un ejemplo de su alcance global. La presencia de Howard Lutnick, elegido por Trump para la Secretaría de Comercio, en el anuncio, añade otra capa de complejidad a este panorama.
El contexto de este anuncio incluye la promesa de Trump de agilizar los permisos federales para proyectos de energía y construcción que superen los $1 mil millones. Una promesa que, como muchas otras, está sujeta a la dinámica política y económica de los próximos años. El tiempo, en última instancia, determinará si esta inversión de 100 mil millones de dólares se convierte en un motor de crecimiento para Estados Unidos, o simplemente en otro capítulo en la historia de las mega-inversiones con resultados inciertos.