En el corazón de Washington D.C., la situación se intensifica. Once migrantes beneficiarios del Estatus de Protección Temporal (TPS), pertenecientes a la Alianza Nacional TPS, han iniciado una huelga de hambre. Entre ellos se encuentran Donis Hernández, de El Salvador, cuyo permiso vence el 9 de marzo, y Neida Mejía, hondureña, con permiso hasta julio. Sus rostros reflejan la angustia por un futuro incierto.
Su reclamo es directo: una extensión del TPS por 18 meses, una medida que dificultaría significativamente las posibles deportaciones masivas prometidas por el próximo gobierno de Donald Trump. Esta no es una decisión tomada a la ligera; “El miedo más grande que tenemos es que va a haber familias separadas,” explica Donis, quien lleva más de 20 años en el país. Neida, con igual fervor, comparte su temor: “Tengo miedo de que nos separen, ellos han nacido aquí y tienen permiso para quedarse.” Sus nietos, nacidos en suelo estadounidense, se encuentran en el centro de sus preocupaciones.
La huelga, parte de una semana de acción contra las deportaciones convocada por el Movimiento por una Reforma Migratoria Justa (FIRM), coincide con el Día Internacional del Migrante. José Palma, coordinador de la Alianza Nacional TPS, explica: “La huelga de hambre es para meter presión y exigir a Biden a que tome medidas antes de Navidad.”
La situación no es nueva. Soledad Miranda, una salvadoreña con más de 30 años en Estados Unidos, recuerda la lucha durante el anterior mandato: “Su anterior llegada al poder fue un desastre para nosotros porque el TPS fue cancelado. Tuvimos que lucharlo en las cortes y al final conseguimos quedarnos gracias a ganar extensión a extensión.” Ahora, reclama al actual gobierno por incumplir promesas en materia migratoria.
Los huelguistas, inicialmente once, esperan que el número aumente hasta 25 personas provenientes de diferentes estados. Se encuentran refugiados en una iglesia metodista cercana al Tribunal Supremo, con suministro de agua e isotónico, bajo supervisión médica regular para monitorear su salud.
La espera se prolonga mientras el reloj marca la cuenta regresiva hacia un futuro incierto para estas familias y miles más en la misma situación. La huelga de hambre es un símbolo palpable de su lucha por la permanencia y la esperanza en la tierra que ahora llaman hogar.