Pero entre los escombros, una pequeña historia de resiliencia y fe comienza a tomar forma, una historia que nos recuerda el verdadero espíritu navideño. A unos kilómetros de la línea de fuego, en lo que queda de la Iglesia Católica Melquita de San Jorge, un pequeño árbol de Navidad se yergue desafiante. No es un árbol imponente, más bien modesto; sin embargo, su presencia es un símbolo potente de esperanza para la comunidad.
Este humilde árbol, adornado con una guirnalda brillante y una estrella en su cima, es el trabajo de Georges Elia, un trabajador municipal de 40 años y feligrés de la iglesia, y un reflejo del espíritu inquebrantable de la comunidad. “Este año, la Navidad llega con tristeza, pero no queríamos que fuera triste para los residentes del pueblo”, explica Elia, quien, junto con otros, trabajó para instalar el árbol a pesar del devastador estado de la iglesia del siglo XVIII, dañada por un ataque aéreo israelí en octubre. Un ataque que, según el sacerdote Maurice el Khoury, es el tercero que sufre la iglesia a lo largo de los años.
El sacerdote, quien ha servido en la iglesia por 11 años, describe el momento en que vio la destrucción: “Mi presión arterial subió. Perdí el equilibrio y tuve que apoyarme en la pared. No podía comprenderlo.” La imagen del sacerdote, abrumado por la destrucción de su lugar de culto, resalta la magnitud de la pérdida. El costo de la restauración se estima en casi 3 millones de dólares, una cifra que refleja la escala de la devastación.
La falta de electricidad, consecuencia de la guerra, impide el uso de luces en el árbol. La tradicional escena de la Natividad también está ausente, pero la fe de la comunidad permanece intacta. Como señala el sacerdote: “Esta sala se parece más a la cueva donde nació Jesús. Somos las personas que encarnamos el nacimiento de Cristo en nuestra realidad”.
A pesar de la destrucción, la misa dominical continúa en una pequeña sala subterránea, temporalmente habilitada como lugar de culto. La pequeña sala, si bien dañada, ofrece un espacio para la reunión y la oración, un testimonio silencioso de la resistencia de la fe ante la adversidad. La comunidad, a pesar de la tragedia, se prepara para celebrar la Navidad, con la esperanza latente de un futuro mejor.
La guerra ha dejado profundas heridas en el Líbano; el Banco Mundial estima que casi 100 mil hogares han sido dañados, con pérdidas económicas por 3 mil 200 millones de dólares. Sin embargo, en medio de la devastación, la pequeña iglesia y su árbol de Navidad nos recuerdan la capacidad del espíritu humano para superar las adversidades y mantener viva la esperanza, incluso en los momentos más oscuros.