Estamos hablando de Uruguay. En 1919, una ley modificó el calendario oficial, reemplazando fechas religiosas por otras con un enfoque más secular. La Navidad, por ejemplo, dejó de ser un feriado oficial para convertirse en el “Día de la Familia”. De igual manera, el Día de Reyes pasó a ser el Día de los Niños, la Semana Santa, la Semana de Turismo, y el Día de la Virgen, el Día de las Playas.
Pero, ¿cómo se llegó a esta decisión? Esta transformación no fue repentina. Se gestó a lo largo de varias décadas, como parte de un proceso de secularización del Estado iniciado a fines del siglo XIX. Un hito importante fue la transferencia del control de los cementerios de la Iglesia al Estado en 1861. Esto marcó el comienzo de una gradual separación entre la religión y el poder político.
A lo largo de las siguientes décadas, otras acciones reforzaron este proceso:
- En 1885, se hizo obligatorio el matrimonio civil antes del religioso.
- En 1907, se aprobó la ley de divorcio y se eliminaron las referencias religiosas de los juramentos parlamentarios.
- Un año antes, en 1906, se retiraron los crucifijos de los hospitales públicos.
- En 1909, se suprimió la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, impulsada por figuras como José Pedro Varela, quien abogaba por una educación laica, gratuita y obligatoria, con la convicción de que "No profesemos ningún culto, pero tengamos la religión del porvenir, con la mirada fija en la estrella de la justicia, que nos alumbre; marchemos incesantemente preparando el establecimiento de la democracia, en la que el pueblo convertido en sacerdote y en rey tendrá por guía y por Dios a la libertad”.
Este proceso, impulsado por figuras como el presidente José Batlle y Ordóñez, no estuvo exento de controversias, pero gradualmente consolidó la separación entre el Estado y la Iglesia Católica, convirtiendo a Uruguay en un caso único en Latinoamérica.
Un estudio del Pew Research Center de 2014 muestra que Uruguay posee el porcentaje más alto de personas sin afiliación religiosa en Latinoamérica (37%), un dato que contrasta con sus países vecinos. A pesar de la secularización de las festividades oficiales, la Navidad sigue siendo una celebración familiar y socialmente importante en Uruguay, con decoraciones, reuniones y celebraciones religiosas para quienes las practican.
La historia de cómo Uruguay eliminó la Navidad del calendario oficial es un ejemplo único de la evolución de la relación entre el Estado y la religión, y cómo una sociedad puede redefinir sus tradiciones sin perder su esencia cultural.