El epicentro de esta agitación se centra en la figura de Justin Trudeau, quien durante casi una década ha liderado a Canadá. Su gestión, sin embargo, ha enfrentado fuertes críticas en los últimos tiempos, especialmente por su manejo de la economía en medio de una inflación galopante y un costo de vida en ascenso. La presión sobre el primer ministro ha ido en aumento, tanto desde dentro de su propio partido, el Liberal, como desde la oposición.
El detonante que parece haber precipitado los acontecimientos fue la sorpresiva renuncia de la ministra de finanzas, Chrystia Freeland. En una carta de renuncia, descrita como "mordaz" por varios medios, Freeland expresó sus fuertes desacuerdos con las estrategias económicas del gobierno y, de manera contundente, alertó sobre las amenazas del entonces presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. "El gobierno entrante de Estados Unidos está siguiendo una política de nacionalismo económico agresivo," escribió Freeland, "y la respuesta de Canadá a las amenazas arancelarias de Trump definirá nuestro futuro."
La renuncia de Freeland, una figura clave en el gobierno de Trudeau y artífice del acuerdo comercial T-MEC, generó un terremoto político. Al menos siete miembros del Parlamento Liberal, junto con líderes de partidos de la oposición, se sumaron a los reclamos para que Trudeau dimitiera. Se especulaba con la posibilidad de una moción de censura en el Parlamento o una dura lucha para mantener su posición hasta las elecciones de octubre de 2025.
Ante esta situación, y tras una reunión con su bancada donde, según el nuevo ministro de finanzas, Dominic LeBlanc, "escuchó con atención las preocupaciones de sus compañeros," Trudeau anunció este lunes su decisión de renunciar como líder del partido y como primer ministro. Su salida se producirá una vez que el partido elija a un nuevo líder mediante un proceso nacional competitivo. LeBlanc, quien se reunió con Trump en Mar-a-Lago junto a Trudeau a principios de mes, es mencionado como uno de los posibles sucesores.
La salida de Trudeau deja un vacío de poder y plantea interrogantes sobre el futuro político de Canadá, especialmente en el contexto de las complejas relaciones con Estados Unidos bajo la administración Trump. La incertidumbre sigue presente; la transición política ya está en marcha.