El artista responsable publicó un video en Instagram mostrando el proceso, donde se ve a la menor recibiendo un tatuaje de una bandera estadounidense. Según la publicación, los padres de la niña, quienes la llevaron desde fuera del estado, estuvieron presentes durante todo el procedimiento.
La historia toma un giro interesante al revelar que la niña inicialmente deseaba un tatuaje de Donald Trump en su cuello. “El artista la convenció de optar por algo más patriótico”, según la publicación en redes. Un año más tarde, la menor regresó al estudio para un retoque.
Pero la aparente normalidad del evento choca frontalmente con la reacción en línea. Numerosas críticas apuntan a la tienda de tatuajes, cuestionando la ética de la situación a pesar de la legalidad de la misma. Aquí es donde entra en juego la legislación de Arizona: la ley estatal permite tatuar a menores con el consentimiento paterno, un hecho que ha encendido el debate aún más.
Ben Shaw, de la Alianza de Tatuadores Profesionales, aporta una perspectiva crucial al señalar la falta de regulación en Arizona para los artistas del tatuaje. “Es una de las cosas más frustrantes de nuestro campo profesional y de Arizona, donde no existen regulaciones”, declaró. Shaw enfatiza la diferencia entre legalidad y ética, argumentando que:
- La legalidad del acto no implica su correcto proceder.
- Este tipo de situaciones pueden dañar la imagen de los tatuadores profesionales.
- La responsabilidad recae en el tatuador a la hora de tomar decisiones éticas.
Shaw concluye que la presencia de los padres no exime al artista de la responsabilidad de evaluar la situación y actuar con responsabilidad. La pregunta que queda en el aire es: ¿dónde se traza la línea entre la libertad individual y la protección de los menores?