Este cambio, sin embargo, no se debe a un capricho de la naturaleza, sino a una preocupación grave que ha generado un cierre sin precedentes.
El origen de esta situación radica en los devastadores incendios de Palisades. Las recientes lluvias, lejos de ser un alivio, han arrastrado escombros hacia el océano, generando una seria amenaza para la salud pública. Se trata de restos potencialmente tóxicos y cancerígenos, según alertaron las autoridades.
El lunes, los funcionarios de Salud Pública del Condado de Los Ángeles tomaron una decisión drástica: ordenaron el cierre de las aguas del océano en una franja considerable de la costa. Este cierre, que se extiende “hasta nuevo aviso”, afecta a un tramo que va desde Las Flores State Beach hasta Santa Monica State Beach. La advertencia no se limita solo a estas playas; un aviso sobre la calidad del agua se extiende a áreas colindantes, incluyendo Surfrider Beach y Dockweiler State Beach.
La recomendación es clara: “Se recomienda a los usuarios de la playa que se mantengan alejados de cualquier residuo de incendio en la playa”, afirmaron las autoridades. Mientras las olas siguen golpeando la costa, los esfuerzos de limpieza apenas comienzan. La magnitud del problema es evidente: la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) ya ha iniciado la retirada de materiales peligrosos, como tanques de propano y baterías de litio de vehículos eléctricos, de las casas afectadas por el incendio. Un centro de recolección temporal, ubicado en la intersección de Pacific Coast Highway y Topanga Canyon Boulevard, opera para agilizar este proceso.
La situación subraya la complejidad de las consecuencias de los incendios, extendiéndose más allá de la devastación inmediata y afectando la vida costera de miles de personas. El impacto a largo plazo en el ecosistema marino sigue siendo una incógnita, mientras se espera la reapertura de las playas.