Una mujer, Norma, después de 23 años en Estados Unidos, regresó a México. No se trató de un viaje turístico ni una visita familiar prolongada. Su regreso fue impulsado por una dura realidad: una enfermedad terminal, el cáncer, la había llevado a tomar una decisión difícil y profundamente personal.
Norma, quien vivió por 23 años indocumentada en los Estados Unidos buscando una mejor calidad de vida, se auto deportó. “Es una decisión que me rompe el corazón”, comentó su hijo Josh, visiblemente conmovido en la terminal aérea, mientras ayudaba a su madre, quien se desplazaba en una silla de ruedas acompañada de personal médico.
Su historia ha generado una ola de reacciones en redes sociales. Imágenes de su llegada, mostrándola frágil pero serena, han conmovido a miles. La familia que Norma construyó en Estados Unidos, quienes nunca habían visitado México, la acompañaron en este viaje tan singular.
El anhelo de Norma era sencillo pero profundo: pasar sus últimos momentos en compañía de su madre y hermana. Su regreso a su casa en el Estado de México, preparada con cariño para recibirla, es un testimonio de lazos familiares inquebrantables.
Los detalles pintan una imagen aún más emotiva. Entre sus últimos deseos, Norma pidió tamales, un plato tradicional mexicano que refleja su arraigo a sus raíces. Aunque ya no puede hablar, la comunicación con su familia se realiza a través de gestos, y se percibe una cierta paz en su rostro. Su madre, con una fortaleza admirable, ha estado atenta a cada una de sus necesidades.
El trayecto de Norma es un recordatorio de las complejidades de la migración y del valor de la familia en momentos cruciales. Su historia es más que un simple regreso; es un emotivo viaje al hogar, una búsqueda de paz y amor en el ocaso de su vida.