Camioneros hispanos denuncian como injusta la nueva exigencia de inglés impuesta por Trump

Una reciente orden ejecutiva firmada por el presidente Donald Trump ha generado preocupación entre miles de camioneros latinos que operan camiones de carga en Estados Unidos. La normativa, en vigor desde el 25 de junio, establece que los choferes deben demostrar dominio suficiente del inglés para comunicarse con autoridades, comprender señales y llenar formularios. La medida contempla multas de hasta 10.000 dólares y la posible revocación de licencias para quienes no cumplan con estos requisitos lingüísticos, lo que ha sido considerado por muchos como un ataque directo a trabajadores esenciales del sector.
José Flores, camionero mexicano con más de tres décadas de experiencia, es uno de los afectados. Aunque comprende el idioma, reconoce que hablarlo con fluidez le resulta difícil. “Para manejar no necesito hablar inglés”, afirma. “Conozco las señales, cumplo con las inspecciones, nunca he tenido un problema”. Como él, miles de conductores latinos se preguntan cómo se medirá el “dominio suficiente” y si el criterio será aplicado de forma justa. La falta de claridad y el temor a sanciones han incrementado la incertidumbre en una industria que ya enfrenta escasez de personal.
Históricamente, las leyes federales han exigido cierto nivel de inglés para conductores comerciales, pero su aplicación había sido flexible. Ahora, con la nueva directiva, los inspectores están obligados a suspender de inmediato a quienes no cumplan el estándar, sin derecho a continuar su ruta. Organizaciones civiles han advertido que esta política podría generar exclusión laboral, especialmente entre migrantes que, pese a tener licencias válidas, nunca necesitaron un alto nivel del idioma para desempeñar sus funciones con eficacia y seguridad.
Más del 20% de los camioneros en EE. UU. son latinos, según datos de la FMCSA. Muchos han construido sus vidas gracias a este oficio, transportando alimentos, materiales y bienes esenciales. Expertos del sector advierten que una aplicación estricta de esta medida podría tener consecuencias económicas, al reducir la fuerza laboral disponible y provocar retrasos logísticos. “Después de tantos años, que ahora digan que no soy apto por el inglés es una injusticia”, concluye Flores. “No se trata de no querer aprender, sino de reconocer que nuestra experiencia también habla por nosotros”.