Migrante cubano en huelga de hambre nueve días en centro de detención 'Alligator Alcatraz'

Su esposa, Daimarys Hernández, relata cómo el pasado 8 de julio su vida dio un vuelco. Pedro entró a una oficina del ICE en Miramar para un chequeo migratorio y nunca salió. La llamada que recibió minutos después aún la estremece: "Mi amor, me quedo aquí, te amo, cuídate mucho". Desde entonces, su familia navega entre el miedo y la impotencia.
Detalles clave del caso:
Mientras tanto, en Alligator Alcatraz —apodado así por su ubicación remota y las amenazas naturales que lo rodean—, otros 31 detenidos apoyan a Pedro. Le ayudan a levantarse cuando se desploma y comparten su agua. "Cuando me acuesto es como si tuviera una pesa de 22 kilos en el estómago", describe el cubano, cuya presión arterial ha comenzado a preocupar a los custodios.
El drama familiar se profundiza con las conversaciones entre Pedro y sus hijos. "Papá, ¿no te están dando comida?", preguntó uno de ellos en una llamada reciente. Daimarys intenta explicarles que su padre "está pagando por errores del pasado", pero la crudeza de la situación supera cualquier explicación.
Autoridades de Florida defienden el centro como parte de su política de "procesamiento rápido" de migrantes, aunque activistas denuncian que opera como una cárcel improvisada. Hasta ahora, unas 100 personas han sido deportadas desde allí, pero Pedro insiste en que nadie les informa sobre su estatus legal: "Están jugando con la vida de la gente".
Mientras su cuerpo se debilita, Daimarys guarda la última foto que tomaron juntos. En ella se ven sonrientes, sin imaginar que semanas después la incertidumbre migratoria los separaría. Ahora, cada llamada podría ser la última.