Río Guadalupe arrasa con confianza en autoridades tras inundación en Texas

En Center Point, una comunidad donde las casas aún exhiben marcas de agua a dos metros de altura, Mike Richards señala los restos de su propiedad con un gesto entre el cansancio y la rabia. "Aquí no ha llegado ni un maldito centavo de lo que pagamos en impuestos", dice el hombre de 67 años frente a lo que fue su taller de carpintería, ahora reducido a tablas astilladas y herramientas oxidadas.
Los números duelen más que las pérdidas materiales:
Mientras los debates sobre culpas siguen su curso, Abby Walston coordina desde la Iglesia de la Trinidad la entrega de pañales y leche en polvo. "Aquí nadie pregunta primero de qué partido eres antes de tenderte una mano", comenta la coordinadora del programa juvenil, cuya lista de necesidades crece cada semana: desde medicamentos para diabéticos hasta tratamientos para el estrés postraumático en niños.
A 15 minutos de allí, Graciela Reyes limpia fotos familiares rescatadas del lodo. La voluntaria de 70 años guarda silencio al pasar frente al letrero del Campamento Mystic, donde las flores y peluches forman un improvisado memorial. "Mis nietos tenían esa edad", susurra mientras acomoda un ramo de claveles marchitos. Detrás de ella, una grúa excavadora permanece inmóvil, como esperando órdenes que nadie ha dado.