Miami: ventas de scooters caen 80% por políticas migratorias y miedo

"Esto ya no es negocio", confiesa Boris Pedraza, dueño de El Rey de las Motos, mientras ajusta el freno de un scooter en su taller del oeste de Flagler. Su tienda, que llegó a vender más de 10 unidades diarias, ahora apenas coloca una o dos por semana. La razón: una combinación letal de políticas migratorias y miedo.
Los datos hablan por sí solos:
Detrás de los números hay rostros. Como el de la joven haitiana que perdió su scooter negro financiado cuando la deportaron. O los mecánicos que ahora ensamblan motos para enviar a Cuba en lugar de venderlas localmente. Hasta el paisaje comercial mutó: donde antes había filas de scooters nuevos, ahora conviven joyerías de dudosa procedencia y cafeterías improvisadas.
El efecto dominó alcanza hasta los precios:
Pedraza, mientras empaca una pieza para enviar a Orlando, mira hacia la calle casi vacía: "Esto era el sueño americano sobre ruedas. Ahora es la pesadilla". En su taller solo queda el eco de lo que fue -y quizás ya no será- una revolución sobre dos ruedas.