Documentos obtenidos por autoridades locales revelan que Mark Zuckerberg controla actualmente 11 propiedades valuadas en $110 millones de dólares, todas conectadas mediante un sistema de "túneles subterráneos que parecen sacados de una película de espías", según declaró un contratista que prefirió mantener el anonimato.
Entre los elementos más controversiales:
- Una escuela privada operando sin licencia, donde asisten sus hijas junto a otros 12 niños de empleados de Meta
- Jardines con sistemas de riego que consumen 3.5 millones de galones anuales en plena sequía californiana
- Equipos de seguridad que patrullan calles públicas con acceso a cámaras de vigilancia de 360 grados
El portavoz Aaron McLear defendió las medidas:
"Las amenazas contra ejecutivos tecnológicos requieren protocolos especiales. Ningún dispositivo invade propiedad ajena". Sin embargo, registros municipales muestran 14 quejas por
"violación de privacidad" presentadas por residentes cuyas ventanas quedaron frente a las nuevas estructuras.
La estrategia de compra revela patrones calculados:
- Transacciones realizadas a través de 7 LLCs distintas con nombres genéricos
- Cláusulas de confidencialidad que prohíben a vendedores revelar detalles incluso años después
- Ofertas directas a propietarios que superan en 40% el valor de mercado
Mientras tanto, la ironía no pasa desapercibida: el mismo año que cerró su escuela para comunidades vulnerables, Zuckerberg adaptó una de sus
propiedades como campus educativo privado. La justificación de
"continuidad pedagógica durante la pandemia" choca con los reportes de inspectores que documentaron instalaciones permanentes.
Detrás de los muros de 4 metros de altura, el proyecto sigue creciendo. Cada nueva adquisición incluye bonos de reconciliación para los vecinos: desde cenas en French Laundry hasta membresías exclusivas en clubes deportivos. Pero para familias como los Kieschnick, cuyas ventanas ahora miran hacia una pared de seguridad, los regalos son "paliativos que no compensan la pérdida de comunidad".
El caso ha reabierto el debate sobre los límites del poder adquisitivo en zonas residenciales. Mientras los bulldozers continúan remodelando el paisaje, algunos residentes se preguntan si Crescent Park será recordado como un vecindario o como "el feudo personal de un magnate tecnológico".
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