Trump revive separación de familias migrantes en deportaciones selectivas

Al menos nueve casos han sido documentados en los últimos meses, donde padres fueron separados de sus hijos tras negarse a acatar órdenes de deportación. A diferencia de la política de "tolerancia cero" de 2018—que afectó a miles de familias—ahora el enfoque parece ser más dirigido y calculado, casi como una advertencia silenciosa para quienes intentan permanecer en el país.
Uno de los casos más conmocionantes es el de Evgeny y Evgeniia, una pareja rusa que buscó asilo político junto a su hijo de 8 años, Maksim. Las autoridades migratorias les dieron un ultimátum: volver juntos a Rusia o quedarse en Estados Unidos, pero con el niño bajo custodia del gobierno. "No podíamos regresar. Allá no hay futuro para nosotros", explicó la madre antes de que les arrebataran a su hijo en el aeropuerto JFK de Nueva York.
Desde el Departamento de Seguridad Nacional, la portavoz Tricia McLaughlin defendió las acciones: "ICE no separa familias. Son los padres quienes deciden no cumplir con las órdenes judiciales". Sin embargo, exfuncionarios como Claire Trickler-McNulty—con experiencia en administraciones de ambos partidos—aseguran que nunca antes se usó la separación como mecanismo de presión para forzar deportaciones.
La justificación oficial insiste en el cumplimiento de la ley. "Negarse a acatar una orden de deportación es un delito", recalca McLaughlin, comparándolo con el arresto de cualquier ciudadano estadounidense que desobedezca a la policía. Pero detrás del discurso legal, persiste un eco de aquel 2018, cuando las imágenes de niños llorando en jaulas generaron repudio mundial.
Lo que parece claro es que, aunque ahora se ejecute en menor escala, la táctica regresó. Y con ella, las mismas preguntas sobre hasta dónde puede llegar el gobierno para disuadir la migración irregular. Mientras, familias como la de Maksim siguen atrapadas en un limbo donde la ley no distingue entre infancia y fronteras.