El silencio de la mañana en la clínica privada de Mariano Escobedo en Culiacán, Sinaloa, se vio interrumpido por un descubrimiento escalofriante. Los empleados, al llegar a sus puestos de trabajo, se encontraron con la evidencia de un robo que, lejos de ser un simple acto delincuencial, resonó como aviso sobre la seguridad y tranquilidad del lugar.
La escena que se encontró el personal era de consternación: cajones revueltos, puertas forzadas y un vacío palpable en las estanterías. La seguridad, que se suponía debía resguardar el inmueble, había sido burlada de forma inteligente, dejando un sabor amargo de vulnerabilidad.
Las primeras investigaciones apuntan a que los responsables lograron acceder al edificio a través de una vía poco convencional, la cual fue un poste de madera cercano, que les permitió llegar al balcón y, desde allí, penetrar en el interior sin que nadie los viera. El hecho de que hasta el momento no se haya determinado con precisión qué objetos fueron robados genera un halo de incertidumbre.
La inquietud se palpa en las palabras del personal, quienes se muestran visiblemente afectados por la violación de su espacio de trabajo. Mientras la policía trabaja incansablemente en la búsqueda de los responsables, los afectados ya han presentado una denuncia formal ante el Ministerio Público.
Las autoridades, en su afán de tranquilizar a la población, han prometido intensificar la vigilancia en la zona, pero la pregunta que queda en el aire es: ¿serán suficientes estas medidas para evitar que se repita una historia como esta?